La crisis del algodón

En 1861 estalla la Guerra de la Secesión.  La crisis financiera mundial de 1857, hace que el Norte de los EE.UU, adopte medidas proteccionistas, para su creciente industria.  El Sur, en cambio, se mantiene totalmente librecambista, para poder seguir exportando algodón, y recuperarse así de la crisis.  En marzo de 1861, Abraham Lincoln asume la presidencia, y estalla la guerra.

La influencia de EE.UU. en América del Sur se paraliza.  Con motivo de la Guerra, la antigua relación comercial y financiera existente entre los EE.UU. y la Banca Baring Brothers, cesa.  La independencia efectiva de de EE.UU, con su industrialización y la definitiva derrota del Sur librecambista, abren paso al poderío yanqui.  Este hecho es el que irá debilitando, con el transcurso del tiempo, la conquista británica del Continente.

Pero es el comienzo de la Guerra de Secesión lo que decide la política que llevará a cabo, de 1860 en adelante, S. M. Británica.

Se pone en marcha su plan continental.  No escaparía el sentido del mismo a los sudamericanos.  El canciller paraguayo Bergés, con sagacidad, le escribirá a Cándido Bareiro, desde Asunción, el 6 de noviembre de 1864: “Desde que estalló la guerra civil en los Estados Unidos, el resto de la América entera ha sido convulsionado por extrañas e inesperadas cuestiones.  Tales han sido las que precedieron a la instalación del nuevo Imperio en México, las que actualmente se desarrollan en el Pacífico, y las que han traído el conflicto brasilero-oriental, en que el gobierno de la República se ha visto en el penoso deber de intervenir con el único propósito de conjurar los males que amenaza traer a los demás Estados de esta parte de América”.

Dentro de ese plan, y como previsión fundamental, Inglaterra calculaba que el Sur sería un rápido triunfador en la Guerra.  Si bien su gran política la había llevado a crear la “Cotton Supply Association”, sociedad destinada a lograr nuevas fuentes de algodón, que debían reemplazar a las de EE.UU en ese momento, la industria de Manchester y Lancashire, seguían dependiendo de los cultivos sureños y su exportación.

La previsión británica se enfrenta, sin embargo, con consecuencias graves e inesperadas.  A raíz de la guerra, los puertos sureños son bloqueados por la escuadra norteña, e Inglaterra se ve obligada a dejar de importar algodón en rama de los Estados del Sur.

Desde una decena de años atrás, EE.UU, se había convertido en productora de algodón, con cultivo y manufactura integrados en su nación.  Inglaterra, en cambio, carecía de cultivos propios en su territorio.  Compraba algodón en bruto en el sur, y lo comercializaba, ya industrializado, en el mercado mundial.  Las contradicciones insalvables entre la moderna sociedad industrial norteña y el sur esclavista, impidieron a la “Rubia Albión”, mantener su producción en gran escala.  Pero he aquí que el algodón, constituía la principal materia prima en el comercio internacional.  Al empezar el siglo XIX, no satisfacía sino el 18% de las necesidades humanas.  Sin embargo, hacia el fin del siglo, cubre ya más del 50%.  Sólo en Inglaterra, de 1811 a 1819, se habían consumido 89.000.000 libras peso de algodón, y de 1845 a 1854, 640.000.000.

Para no depender del mercado estadounidense, el gobierno inglés había creado varias comisiones vinculadas a la “Cotton Supply”, que debían estudiar la explotación de algodón en la Isla.  La tentativa había fracasado.  “La consigna –dice Schnerb- es sembrar algodón en todas partes, donde lo permita la temperatura, teniendo en cuenta la lluvia, el suelo, que debía ser fértil y la abundancia de brazos”.  El Brasil suministraría esos brazos.  Es decir, los brazos de sus esclavos.  Por eso Inglaterra pediría el cese de la esclavitud, y plantearía lo que se conocería como la “cuestión inglesa”.  Esta “cuestión” consistía simplemente en que el Brasil no debía exportar esclavos a ninguna potencia extranjera.  La esclavitud debía subsistir, de hecho, para servir a los intereses comerciales británicos, como mano de obra barata.

Acosada por la falta de materia prima, la Isla se lanza a buscar o promover nuevas fuentes de explotación.  La India, Egipto, Siam, China y el Brasil, le venderán algodón, pero no suficientemente como para mantener el alto grado de producción alcanzado antes de la crisis.  Comenzaba así, en 1862, el “Cotton Boom” que duraría hasta 1867.  En este último año, se producen las misiones “pacificadoras” de la Guerra al Paraguay de Mr. Washburn, norteamericano, y de Mr. Gould, inglés, y el pronunciamiento revolucionario de Felipe Varela, el montonero criollo.

La desesperación de los industriales de Lancashire y Manchester, y de la Alta Banca, que financiaba sus exportaciones, se acrecentó, cuando advirtieron la situación monetaria creada por las compras de algodón efectuadas al extranjero, especialmente a la India.  Era tal la pobreza de esta “nación”, que carecía de capacidad monetaria como para comprar mercaderías a Inglaterra.  No podía compensar, por ende, el algodón que entregaba, con mercaderías británicas.  Inglaterra debía pagar sus compras en metálico.

Esta evasión de metal, sería una de las causas que llevaría directamente a la crisis financiera británica conocida como de “Overend, Gurney and Co.”, comenzada en 1866, de catastróficos efectos para el mercado bursátil de la City.

Los precios del algodón en el mercado londinense seguían subiendo.  La preocupación empresaria repercutió directamente en los despachos del Foreign Office.

La producción de algodón de EE.UU caería vertiginosamente, para recuperarse con el fin de la guerra de Secesión. 

En determinado momento, se pensó inclusive en un ataque inglés a EE.UU, pero no se concretó la idea, ya que de este modo se ponía en peligro, todavía en mayor grado, la crítica situación industrial.

Ante el riesgo de perder definitivamente el nivel de su producción algodonera, y con el problema de la desocupación creada por la crisis, la “isla de mercaderes” se empeña y decide buscar en el mapa del mundo, lugares geográfica y económicamente aptos para el cultivo del algodón.

Los esfuerzos ingleses para lograr zonas aptas para el cultivo del algodón, no eran recientes.  En América del Sud, no estaban inmediatamente originados en la crisis planteada por la guerra de Secesión.  Ya antes, previendo un posible conflicto que privara a Inglaterra de la principal materia prima de su industria, el “Board of Trade” había puesto sus miras en el Río de la Plata, como productor de algodón.

Brent, representante norteamericano ante la Confederación, visitó el 20 de enero de 1846 a Felipe Arana, Ministro de Relaciones Exteriores de Juan Manuel de Rosas.  Entre otras cuestiones, le hizo saber que Gran Bretaña deseaba destruir la supremacía de EE.UU como nación productora de algodón, y que por la misma razón había “impedido la reincorporación pacífica de Texas a los Estados Unidos, y ahora ya no le quedaba otra esperanza que sentar pie firmemente en los países del Río de la Plata (…).  Los “científicos” británicos no tardaron en advertir que el Paraguay, Misiones, Corrientes y Entre Ríos, constituían una zona excepcional para el cultivo de algodón de la mejor calidad.  El Paraguay había plantado en 1863, 16.000.000 plantas de algodón, obteniéndose 4.000 pacas.  En ese mismo año se cultivaban 7.500 cuadras cuadradas de algodón, extendiéndose sus florecientes campos de cultivos a los costados de los caminos públicos, según informaban entusiasmados los agentes británicos.

Entre estos últimos, se destacaban Richard Burton, Thomas J. Hutchinson y George S. Drabble.  Burton se impresionó por la cantidad y calidad del algodón paraguayo.  En sus “reports” indicó que el mismo tenía “la fuerza y dureza” que sólo superaba el algodón de Nankin.

En cuanto a Thomas J. Hutchinson, quien trataría de lograr la explotación del algodón santiagueño y del Chaco, refiere que el 13 de agosto de 1863, Corrientes otorgó privilegios a los plantadores de algodón, y que el 2 de setiembre de 1864, Rawson propuso en el Congreso una partida de 10.000 dólares plata para la importación y distribución de plantas de algodón.  Los cónsules británicos no cesaban de realizar su tarea con eficacia y diligencia.  Hutchinson y Burton informaban continuamente a la Cotton Supply Association, el estado de sus “investigaciones”.

El 1º de diciembre de 1866, el capitán Richard Burton, que era en esos momentos cónsul británico en Santos, publicó en el “Boletín” de la “Cotton”, datos acerca de la explotación algodonera en el Brasil.  En su artículo, ávidamente leído por los “barones del algodón”, señalaba que durante los últimos 23 años se habían exportado de ese país, 1.681.750 libras, en tanto que en el período de explotación anterior, la exportación ascendía a sólo 392 libras.  Los datos inmediatos de producción local eran 1.338.200, en 1863/64; 1.683.625 para 1864/65; y 2.921.785 para 1865/66.

Estos cónsules y “viajeros” británicos, como Hutchinson y Burton, el primero designado en Rosario, y el segundo, como ya hemos dicho, en Santos, no limitaban sus “actuaciones” al problema algodonero.  Informaban también, sobre todo, como agentes confidenciales, acerca del movimiento comercial, e intervenían en intrigas diplomáticas y políticas.

Hutchinson sería el que advertiría a su gobierno, sobre la existencia de petróleo en Jujuy, descubierto por el español Leonardo Villa, zona que oportunamente la red de ferrocarriles británicos se encargaría de aislar, evitando su explotación, como sostiene acertadamente Raúl Scalabrini Ortiz.  Ese petróleo (llamado entonces “kerosene”), existía también para los ojos argentinos.  A los efectos de explotarlo, se había formado una sociedad, la “Compañía Jujeña de Kerosen S. A.”, según concesión otorgada el 30 de octubre de 1865.  Pero los británicos se encargarían de que sólo fuera una “buena intención” económica, o mera fantasía empresaria por parte de los argentinos, haciéndola fracasar en el plano de los hechos.

Más tarde Hutchinson, agradecido, escribiría una biografía del general Mitre.  Burton, al cesar la crisis algodonera, sería trasladado como cónsul, a un centro clave de la política mundial: Damasco.  Allí, con la sólida cultura propia de los diplomáticos del F. O., se convertiría en “orientalista”, llegando a ser el más importante traductor al inglés de la literatura arábiga, aunque un poco “pornográfico” en sus versiones, según Jorge Luis Borges, otro “especialista británico”, disfrazado de literato argentino.

Varias fueron las instancias “pacíficas”, promovidas por los ingleses para apoderarse del algodón paraguayo.  Mr. Thompson había planteado francamente la cuestión, en su misión al Paraguay (1864).  George W. Drabble, de la “Cotton Supply Association”, intentó otra maniobra: le regaló a Francisco Solano López una desmotadora británica.  Junto con la desmotadora, Mr. Drabble, trató de convencerlo de las ventajas de pertenecer a las sociedades de responsabilidad limitada, con sede en Londres, última “invención” de los juristas europeos.  El jefe de estado paraguayo, respondió aceptando el obsequio, y rechazando las sociedades.

Drabble, enfurecido, comunicaría al Foreign Office, la necesidad de buscar otra forma de apropiación.  La invasión militar sería el “medio” adecuado.  El destino del Paraguay estaba sellado.  Los blancos campos algodoneros del Paraguay, se cubrirían de roja sangre americana para satisfacción del “Board of Trade” londinense.

Fuente

Peña, R. O. y Duhalde. E. – Felipe Varela – Schapire editor – Buenos Aires (1975).

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