Tadeo Haënke

Tadeo Haënke (1761-1817)

Thaddeus Peregrinus Häenke nació en Kreibitz, en el sudeste de Bohemia (actual República Checa), el 6 de diciembre de 1761, siendo hijo de Elías Georg Thomas Haënke. A los once años, marchó a Praga para continuar sus estudios. Allí cursó matemáticas con el profesor Stanislaus Wydna y astronomía con Antón Strnard. En 1780, ingresó a la Universidad, y a los 25 años, pasó Haënke a la de Viena, dedicándose a la medicina y a la botánica. Siguió los cursos del botánico holandés Nickolaus Josef Jacquin y del mineralogista Ignaz von Born.

Al organizar el gobierno español la célebre expedición de Alejandro Malaspina (1789-94), destinada a recorrer con fines científicos sus colonias de América y otros territorios del Pacífico, solicitó a la Universidad de Viena, el envío de un botánico para que se uniese a la misma. Jacquin y Born, indicaron y recomendaron como persona capaz a su joven discípulo Haënke, que sólo contaba 28 años, pero reunía un caudal de conocimientos muy amplios, profundos y variados.

Poco después se puso en viaje, pero cuando llegó a Cádiz, el 30 de julio de 1789, que era el punto de partida de las dos corbetas de Malaspina, “La Atrevida” y la “Descubierta”, éstas ya se habían hecho a la vela dos horas antes. Sin desanimarse por el percance, Haënke tomó pasaje en la nave catalana “Ntra. Sra. del Buen Viaje”, que salió para Montevideo el 20 de noviembre de ese año, y luego de 97 días de navegación llegó al Río de la Plata, resuelto a incorporarse a la expedición en donde la alcanzara. Pero su mala suerte persistió; el barco en que venía, naufragó frente a Montevideo, a la altura de Punta Carretas, y Haënke se salvó a nado “con su Linneo y sus papeles”.

En un mes que permaneció en la ciudad oriental, hizo varias excursiones botánicas, algunas de bastante extensión, recolectando cerca de 800 plantas. El 23 de diciembre, arribó a Buenos Aires, y se encontró con la mala noticia de que también, en esta ciudad, había llegado tarde, pues hacía varios días que los barcos de Malaspina viajaban rumbo al sur. Mientras esperaba proseguir su viaje, continuó su labor científica, registrando parajes vecinos a la ciudad, el río Las Conchas, y una excursión de “muchas leguas” en el Paraná. En ellas adquirió cerca de 600 especies botánicas, y tomó notas describiendo animales y muestras del reino mineral.

Después de una estada de dos meses en Buenos Aires, Haënke recibió los auxilios necesarios para continuar su viaje, y el 26 de febrero de 1790, dejó la ciudad porteña. Concibió entonces, el atrevido propósito para esos tiempos, de atravesar el territorio argentino. A lo largo de las solitarias pampas, el naturalista prosiguió su labor investigando las sierras de Córdoba y San Luis. Llegó el 17 de marzo a Mendoza, con 500 especies botánicas, además de haber efectuado observaciones zoológicas y mineralógicas. El 21 siguiente, reemprendió viaje y atravesó la Cordillera por el Paso de Uspallata y “Valle de Concagua”. A pesar de le esterilidad del tortuoso terreno, recogió cerca de 600 plantas.

Por último, el 2 de abril de 1790, terminó la peregrinación de Haënke, cuando encontró en Santiago de Chile, varios oficiales de las corbetas. Después de superar grandes obstáculos y sobrellevar con ánimo esforzado todos los inconvenientes de un viaje semejante, pudo llegar a unirse con la expedición de Malaspina en Valparaíso, el 7 de abril de ese año. Quedó incorporado como botánico y colaborador del botánico Antonio de Pineda, el coleccionista Luis Neé y el preparador José Guío. A partir de ese momento, recorrió todos los lugares que marcaba la expedición, herborizando, y haciendo observaciones científicas de su especialidad.

De 1790, es su Herbario de las Pampas de Buenos Aires, Mendoza y de la Cordillera de Chile. Iniciando el viaje de regreso, al llegar a El Callao, Malaspina le concedió autorización para dirigirse por tierra a Buenos Aires, mientras él lo haría por agua, debiéndose incorporarse allí nuevamente a la expedición.

El joven naturalista pasó por Huancavélica, el Cuzco y Arequipa donde en 1794, realizó la ascensión a la cima del volcán Misti a 5.316 metros, una verdadera hazaña para esa época, que muestra el temple indomable de este hombre. Luego se trasladó a La Paz, efectuó una excursión a los llanos del norte de Bolivia, siguió hasta Sorata cerca del Lago Titicaca y el Nevado de Ancohuma, de 6.500 metros de altura; alcanzó Potosí, y llegó finalmente a Cochabamba. En esta ciudad interrumpió su viaje por razones que se desconocen, y no pasó a Buenos Aires. Malaspina se vio obligado por tal motivo a tener que regresar a Europa sin él.

En su carácter de “naturalista pensionado” del gobierno español, Haënke se dedicó a estudiar con el mayor entusiasmo los minerales, la fauna, y especialmente, la flora de Cochabamba y las regiones limítrofes.

Ejerció la medicina y acumuló colecciones y observaciones científicas. En una relación de méritos que felizmente se conoce dejó constancia de que fue él quien introdujo allí por primera vez la vacuna, además de intensificar sus estudios acerca de las propiedades terapéuticas de ciertas hierbas silvestres.

En 1791, intervino en la preparación de la octava edición de la obra fundamental de Linneo, Genera Plantarum, , aunque para Paul Groussac se trata de la novena edición. En 1798, escribió su Introducción a la historia natural de la provincia de Cochabamba y circumbecinas (sic) con sus producciones examinadas y descritas…, dadas a conocer íntegramente por Groussac en los Anales de la Biblioteca (Bs, As., 1900, I, 59-150). En 1799, publicó su Memoria sobre los ríos navegables que fluyen del río Marañón, exhumada por Groussac, a continuación de la producción anterior (I, 151.171).

En el “Telegrafo Mercantil” de Buenos Aires, correspondiente a los años 1801 y 1802, se hallan numerosas colaboraciones de este conocido naturalista. En la primera fecha, descubrió en el río Marmoré, un afluente del Anazonas, la Victoria Regia o Irupé.

Groussac ha publicado además de Haënke, la Descripción geográfica, física e histórica de las montañas habitadas de la nación de indios Yuracareés. Parte más septentrional de la provincia de Cochabamba.

Años más tarde, en Buenos Aires –según el mismo lo recuerda-, instruyó durante las Invasiones Inglesas a los oficiales para fabricar pólvora con la “purificación de los salites”.

En mayo de 1810, bajo aquel mismo título de la Descripción geográfica…, etc., pero sin mención de autor, volvió a reeditarse en el “Correo de Comercio”, redactado por Manuel Belgrano, en varios números (11-13). En ese año, el virrey Cisneros intentó despojar a Haënke de su empleo rentado de profesor de Historia Natural de las Provincias Unidas del Río de la Plata, y le dio orden de regresar inmediatamente a España, mas éste, después de una permanencia tan prolongada en tierra americana, había llegado a tenerle mucho afecto y no quería por tal motivo abandonarla. Presentó por esa causa una solicitud pidiendo prórroga de un año para dar cumplimiento a dicha orden. En el ínterin, se produjo la Revolución de Mayo, que al despojarlo a Cisneros del poder, dejó la libertad de acción al sabio naturalista.

Prosiguió viviendo siempre en Cochabamba, hasta que en el año 1817, falleció en su hacienda de Santa Cruz de Elicona a consecuencia del error de una criada que “equivocando el frasco, dióle a beber un líquido corrosivo”, dice Groussac.

A su muerte, el sabio Bonpland solicitó al gobierno el cargo rentado de aquél, y agregaba que toda la labor científica de Haënke permanecía ignorada hasta ese momento, y que seguramente, después de su óbito acaecido en territorio ocupado por los españoles, éstos debían haberse apoderado de sus colecciones y escritos científicos.

Muchos años después, en “La Revista de Buenos Aires” (t. XV), que dirigían los doctores Vicente G. Quesada y Miguel Navarro Viola, se publicó en 1868 otro artículo científico de Haënke titulado Memoria sobre la conservación de los cueros y otras producciones animales, del perjuicio de la polilla. Hay escritos del célebre naturalista en la Colección de documentos literarios del Perú, de Manuel Odriozola (Lima, 1864-68).

Entre sus obras, resumen de trabajos que significaron derroche de tiempo, dedicación y sacrificios, se cuentan descripciones de Chile, Perú, y otros “reinos” –como él los llama-, las cuales abarcan los más variados aspectos de la naturaleza, que expuso en un idioma pleno de ingenuidad y frescura.

Su personalidad ha sido elogiada en grado superlativo por muchos autores debido a que consagró la mayor parte de su vida al bien de sus semejantes y de la ciencia, ocupado en la investigación de los secretos naturales de la joven y aún inexplorada América del Sur.

Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1971).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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