Ramón Mataojo

Los últimos charrúas

 

Ramón Mataojo fue el primer Charrúa llevado a Francia, en virtud del Decreto del 10 de mayo de 1831 del gobierno de Fructuoso Rivera.  Por el mismo se donaba a capitanes de barcos de ultramar a los Charrúas prisioneros.  El nombre Ramón era común entre los Charrúas, aún cuando puede haberlo adoptado, voluntaria o compulsivamente, o ser el de quien lo apresó.  El apellido, sin duda, identifica el lugar donde fue hecho prisionero, es decir el arroyo Mataojo Grande, por una de las batidas dirigidas por el entonces  Presidente.  Indudablemente el indio Mataojo fue uno de los tantos tomados al azar para ser entregado, como se hacía en aquella época a “personas responsables”, bien para destinarlos como domésticos o para otra clase de ocupación. Individuo vivaz, acrecentó sus mañas al contacto con los criollos y posiblemente aprendió la tolerancia de los colonos españoles, es decir no era un salvaje puro, más bien un hombre que ya comprendía la vida fuera de los montes y las tolderías.

 

 En el momento de ser transportado, tendría entre 18 o 20 años, según Rivet, aunque “decía que tenía 29 soles, que contaba sobre sus dedos”.  El teniente de navío Louis Maruis Barral, que se encontraba en una misión hidrográfica en el Brasil y en el Río de la Plata, es quien lo lleva en el navío francés “L’emoulacion”, el 18 de enero de 1832, llegando a Toulón el 19 de abril del mismo año.

 

Cuando fue embarcado se le rapó y se le impusieron vestimentas de marino lo que lo contrarió sobremanera.  Solía hacerle bromas a los marinos, llegando a engañarles, les hizo creer que se había comido a diez hombres.  Sabido es que la práctica de la antropofagia no correspondía a los grupos charrúas y que no hay referencias que la misma se practicara en el siglo XIX.

 

Entre las costumbres que lo destacaban se indica que comía carne cruda con avidez. (1)

 

En un hecho anecdótico, se dice que mostraba sus genitales al contramaestre, a quién prometía que cuando llegaran a Francia tendría relaciones con la esposa de aquél, como forma de halagarlo. (En realidad les seguía “tomando el pelo”, como en el caso de comerse hombres.  Esa costumbre de burlarse de los recién conocidos, como forma de demostrarles su torpeza sigue siendo costumbre extendida en zonas del interior de nuestro país y de las provincias pampeanas).

 

“El Capitán Versillac, que se había encargado de los trámites necesarios del embarque, decía que el amor de los charrúas por sus mujeres era poco durable”, dice Rivet en “Les derniers charrúas” respecto a Mataojo; pero recuérdese la devoción que los mismos poseían por la familia, y que contradice esta desacertada afirmación.  En la emboscada de la “estancia del viejo Bonifacio”, Bernabé los engaña prometiéndoles que se reunirán con sus mujeres e hijos prisioneros y ante esa promesa es que aceptan deponer su actitud belicosa, para luego ser masacrados traidoramente.  No olvidemos tampoco que en Yacaré Cururú, le increpan fuertemente a Bernabé por sus familiares muertos y presos.

 

Era intención del Ministerio de Marina y Colonias de Francia, que Mataojo fuera sometido a estudios, razón por la cual el, a la sazón Ministro, Comandante Rigny realizó trámites ante el entonces Secretario Perpetuo de la Academia de Ciencias, Barón Cuvier, quien no demostró ningún interés.  Rigny también escribió al Ministerio del Interior, señalando que ese extranjero no podía seguir estando a cargo de Marina y Colonias.

 

Muerto el Barón Cuvier, el Comandante de “L’Emulation” reiteró su ofrecimiento a Geoffroy St. Hilaire. Solicitó un puesto en el museo para darle empleo al indio y dejarlo a la disposición de los sabios, lo que le fue negado.

 

Del 22 de abril de 1832 al 29 de abril del mismo año figura internado en el hospital de Toulón.  Realiza, como grumete-marino varios viajes por el Mediterráneo. Estuvo en Argelia, en Naplie y Navarín, retornando siempre a Toulón.

 

Emprendiendo otra vez viaje, le atacó una nostalgia que lo llevó a la muerte el 21 de setiembre de 1832.

Fue arrojado por la borda, al Mediterráneo, envuelto en una bandera francesa, como se hacía habitualmente con los marinos muertos en altamar.  No se señala causa del deceso.

 

Referencia

 

(1) Aquí debemos detenernos y efectuar una precisión, cuando se habla de “carne cruda” no necesariamente se hace referencia a la carne solamente faenada, en algunos casos se trata de carne con poca cocción, tal como sucede en el presente.  Otro es el caso de los integrantes del “grupo de De Curel”, a los que se les obligaba a comer carne absolutamente cruda, a los efectos del “espectáculo”.

 

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Fuente

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.

Portal www.revisionistas.com.ar

Martínez Barbosa – El último charrúa (De Salsipuedes a la actualidad)

 

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