Pedro Narciso Arata

Dr. Pedro Narciso Arata (1849-1922)

Nació en Buenos Aires, el 29 de octubre de 1849, y fueron sus padres Nicola Arata, italiano, y Emilia Unzué, porteña. Llevado a Italia en 1858, hizo allí sus estudios primarios, y parte de los secundarios que terminó, de regreso a su patria en 1863 en el Colegio San José de Buenos Aires. Los completó luego en el departamento de aplicación de la Universidad de Buenos Aires. Con vocación a la química fue alumno predilecto del doctor Tomás Perón, siendo premiado con la medalla del curso de 1868 (primer año), y dio su examen final en diciembre de 1869, obteniendo la calificación de distinguido por unanimidad.

Desde esos cursos se perfiló con sobradas condiciones para el ejercicio de la docencia, pues antes de hacerlo en forma oficial, era el maestro de sus compañeros. A la finalización del curso lectivo le retribuyeron la enseñanza, obsequiándole una colección de las obras de Química aplicada a las Artes de Dumas, con la cariñosa dedicatoria de sus amigos y condiscípulos, entre los que figuraban Roque Sáenz Peña, Luis Güemes, José María Ramos Mejía, y otros más.

Se recibió de farmacéutico en 1872. En 1874, cuando Arata tenía veinticinco años, continuó estudiando la carrera de medicina, siendo profesor titular en la Facultad de Ciencia Exactas de la Universidad de Buenos Aires. Se graduó como doctor en medicina en 1879, con una tesis de carácter químico sobre Análisis inmediato de los vegetales, pasó a dictar Química en la Facultad de Ciencias Médicas donde permaneció hasta su retiro oficial de la enseñanza. Con Estanislao S. Zeballos, Luis A. Huergo, Guillermo White, Francisco P. Moreno y Juan J. Kyle fundó en 1872, la Sociedad Científica Argentina, y al año siguiente, el Club Industrial, convertido más tarde, en la actual Unión Industrial Argentina..

En 1874, le dio vida con el doctor Puiggari a la primera Oficina de Inspección de Alimentos que poco duró. Entonces quedó como químico consultor de la Municipalidad, y después realizó un viaje de estudios a Europa.

A su iniciativa se creó en 1883, la Oficina Química Municipal de Buenos Aires, de la que fue su organizador y primer Director, cargo que conservó hasta 1911, y que hoy lleva su nombre. Ocupó la presidencia del Departamento Nacional de Higiene, y la Comisaría de Patentes.

En 1903, se le nombró director general de Agricultura, en el ministerio del doctor Wenceslao Escalante. Presidió la Comisión redactora de la segunda edición del Codex mealcamentorum de la República Argentina, actuó en la Comisión vitivinícola (1903-1904), para salvar la industria madre de la provincia de Mendoza.

Antes de terminar la presidencia de Roca fundó en 1904, el Instituto Superior de Agronomía y Veterinaria de la Nación, que luego se incorporaría a la Universidad. Inaugurado el 25 de setiembre de aquel año, estuvo a su cargo, y al convertirse en Facultad, en 1909, fue elegido su primer decano.

Arata se ocupó de proveer agua potable a todos los terrenos del establecimiento, agilizó la construcción de pabellones (en el momento de la inauguración sólo existía el Pabellón de Química, afectado a las tareas administrativas y las clases), consiguió la instalación de una estación de ferrocarril (hoy Estación Arata) en los lindes de la Facultad, se ocupó de albergar en dependencias aptas el material para los laboratorios que había llegado de Europa y se encontraba guardado en cajones por la ausencia de instalaciones apropiadas, etc.

El ministro de Agricultura, Dr. Damián Torino, recordaría con estas palabras la gestión de Arata en Agronomía: “La tarea fue pesada en exceso. Se le dio un lote de terreno desprovisto hasta de las comodidades más elementales. Todo hubo que hacerlo, salvo una modesta construcción que sirvió de base a la inauguración de setiembre, y momentáneamente para aulas. (…) Arata se multiplicó de mil maneras para hacer desaparecer tantos inconvenientes. Dio pruebas de una gran energía y de la mayor disciplina. Jamás flaqueóle el ánimo, ni debilitó su acción la presencia ningún obstáculo; luchó contra toda insuficiencia y venció”. Tras su fecunda labor, dejó el cargo de decano de la Facultad en 1911.

Contribuyó a la higienización de la ciudad de Buenos Aires, se dedicó a la investigación del laboratorio, pero dueño de una rica biblioteca de corte humanista, le placía consagrar gran parte de su tiempo a las letras clásicas y al arte.

Al retirarse de la enseñanza, la Facultad de Ciencias Médicas lo designó profesor honorario, en 1912. Después desempeñó la presidencia del Consejo Nacional de Educación hasta 1916, y su retiro definitivo al término del mandato del Dr. Victorino de la Plaza.

Fue colaborador de las revistas del país desde sus primeros pasos en el estudio, y publicó innúmeros artículos científicos, entre ellos, memorias de química con estudios y resultados originales, principalmente, sobre plantas medicinales y útiles de América, que han sido traducidos y editados por los periódicos europeos de química, y citados en libros de consulta.

Fue autor de: Guía para el análisis inmediato de los vegetales; El clima y las condiciones higiénicas de la ciudad de Buenos Aires; Apuntes de Química, con tres ediciones; Lecciones de Higiene.

Fue miembro académico de la Facultad de Ciencias Médicas y de Ciencias Exactas y Agronomía y Veterinaria. Perteneció también a las academias extranjeras y a los institutos científicos de Madrid, Roma, Berlín, Santiago de Chile y París, entre otros, quienes le confirieron honores conceptuándolo como un sabio.

Falleció en Buenos Aires, el 5 de noviembre de 1922. Se había casado el 14 de noviembre de 1874 con Catalina Carlevarino, en la Iglesia Nuestra Señora de Balvanera. Tuvo dos hijos: Julio César Pedro y Tito Lucrecio.

Era un cultor de la historia patria, un espíritu festivo y un conversador cáustico, pero benévolo. Pocos días después de su deceso, la Facultad de Agronomía y Veterinaria por iniciativa de su decano, Dr. Ramón J. Cárcano, resolvió erigirle un monumento que se halla emplazado en esa casa de estudios. Su familia donó la biblioteca que le perteneció, a esa Facultad, compuesta de 13.000 volúmenes, y aún falta engrosar el fondo documental de 45.000 piezas, según la versión que hiciera su hijo, el Ing. Mario P. Arata. La colección posee obras americanas y europeas relevantes, sobre Leonardo da Vinci, alquimia y química, botánica, literatura, ciencia, historia y geografía de los siglos XV, XVI, XVII, XVIII, XIX y XX. Además de libros -entre ellos varios incunables-, se destaca la colección de fotografías, la colección de manuscritos, y correspondencia de científicos ilustres.

Domingo Buonocore describe así la colección, “el núcleo de la colección estaba formado por obras de química, física, biología, mineralogía, botánica, de los mejores autores del mundo. Una selecta colección de revistas alemanas, francesas e italianas, todas ellas de rareza excepcional, completaba esta sección bibliográfica. Las obras secretas sobre magia y alquimia de los siglos XVI, XVII y XVIII, considerada por los entendidos como sin par en el género. De igualmente notable podía calificarse la sección de americanística, donde figuran los autores primitivos de historia natural y colonial, además de la completísima serie de viajeros extranjeros traducidos y en su lengua propia. Entre los ejemplares únicos de esta parte, se hallaba un códice del diccionario español-chiquitano, esta última, habla antiquísima de los aborígenes de Bolivia. (…) Poseía también, casi todas las ediciones correspondientes a Leonardo da Vinci”.

El Dr. Pedro Narciso Arata fue un importante protagonista de los primeros años de la ciencia nacional, y quizás, una de las figuras más destacadas de su disciplina, lo que le permitió ser un interlocutor legítimo de los principales científicos argentinos de su época, como Ameghino, Holmberg, Gallardo, el Perito Francisco Moreno (quien llegó a poner el nombre de “arata” a un nuevo fósil por él encontrado), y de figuras de la ciencia mundial de todos los tiempos, como Marie Curie.

Era de alta estatura, mirada risueña, recogido, casi silencioso, al hablar denotaba su alma feliz, la sensibilidad de un espíritu humano que, al contacto de la vida, se había abrazado a la verdad que investigaba apasionadamente. Una calle de la ciudad de Buenos Aires lleva su nombre.

Fuente
Academia Nacional de Ciencias – Pedro Narciso Arata
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino, Buenos Aires
(1968).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Facultad de Agronomía, Universidad de Buenos Aires
Portal www.revisionistas.com.ar

Artículo relacionado

Juan José Valla

Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar