José León Banegas

Lápida en la cripta de la Catedral Metropolitana, Buenos Aires

Nació en Buenos Aires, el 20 de febrero de 1777. Era hijo de Juan Andrés Banegas y Justa Lobo. Ingresó al Real Colegio de San Carlos en 1790, y asistió a las clases del Dr. Mariano Medrano desde 1793 a 1795. Con vocación sacerdotal, se ordenó en 1800, y sirvió un curato de campaña.

El 13 de abril de 1807, Liniers lo nombró Capellán del Escuadrón de Migueletes Voluntarios Urbanos de Caballería. Actuó en las Invasiones Inglesas, y estuvo acampado con él, al otro lado del puente de Barracas. Destinado al Hospital de la Residencia, fue tomado prisionero, cuando los ingleses ocuparon ese lugar.

Disuelto el escuadrón, fue solicitado para que continuase en el mismo cargo en el Regimiento de Patricios, pero negado el permiso por el Obispo, pasó a enseñar a los jóvenes seminaristas. Durante cinco años los preparó en gramática y filosofía.

Adherido a la Revolución de Mayo trabajó para sostener ese movimiento. Dirigió una carta al coronel Rivero de Cochabamba y una proclama a los pueblos del interior de las provincias, destinada a convencerlos del apoyo que se debía prestar. La proclama circuló impresa y fue traducida al idioma de los naturales de las provincias. Contribuyó al pedido que hizo la Junta al clero para costear la Expedición Auxiliadora al Perú, y en la Gazeta del 26 de julio de 1810, figura Banegas como donante de 16 pesos, 6 reales, y los sueldos de capellán del Escuadrón de Migueletes.

Intervino en la revolución de setiembre de 1811, y fue uno de los diputados elegidos por el pueblo para exponer al gobierno sus reclamaciones. En el Cabildo Abierto del 19 de setiembre de 1811, votó Banegas para diputados por la Capital al Congreso General a Chiclana y a Sarratea, y para asesores del gobierno “a lo que convenga a la salud de la Patria”, entre otros a Sarratea, el presbítero Planchón, a Castañeda y a Rivadavia.

En 1812, formó parte de la Sociedad Patriótica Literaria, y fue el inspirador del Manifiesto que redactó su discípulo Francisco Javier Muñíz.

El 20 de abril de 1813 renunció al cargo que tenía en la Gaceta Ministerial, y el 26 de agosto solicitó al gobierno que se le diera un empleo eclesiástico “en atención a sus muchos méritos”.

Regenteó las cátedras de latín, filosofía y teología en el Seminario Conciliar. Además, fue profesor de vísperas del Colegio de La Unión, y en 1815, se le designó Rector, al dársele nuevo nombre que modificaba el primitivo Colegio de San Ignacio de los padres jesuitas.

Figuró como elector en el Cabildo de Buenos Aires para constituir la Asamblea Provisional de las Provincias Unidas.

Al fundarse la Universidad de Buenos Aires en agosto de 1821, se puso a disposición del gobierno un grado, concediéndoselo a Banegas por sus relevantes antecedentes. Se le otorgó el grado de licenciado en derecho.

El 25 de octubre de 1824, resultó electo provisor, y en 1826, Vicario Capitular, permaneciendo en ese cargo hasta 1830, al ser reelegido. Realizó una obra fecunda porque se crearon las parroquias de Chascomús, Salto, Santos Lugares, Monte, Areco, etc. En el mismo período ejerció de hecho las funciones de Vicario General Castrense.

En 1833, fue designado por el gobernador Viamonte para integrar la Junta de jurisconsultos y teólogos que debían estudiar el Memorial Ajustado sobre las relaciones del Estado con la Iglesia, donde produjo un notable informe.

En 1834, fue nombrado catedrático de Derecho Canónico en la Universidad de Buenos Aires. En ese año, formó parte del Consejo Directivo de la Enseñanza y Administración de la misma. El 19 de junio de 1835, se le dio el grado de doctor en sagradas órdenes.

Hacia 1939, fue designado Fiscal Eclesiástico. Después fue profesor de Filosofía en la Universidad, en primer y segundo año desde 1841, sin nombramiento del gobierno, y a pedido del Rector Miguel García. Fue propuesto como catedrático titular recién en 1851, utilizando en su curso los Elementos de Filosofía, de Patricio Larroque. Banegas lo tradujo al francés, realizando una esmerada edición que es conocida como la segunda, aparecida en 1848, por la Imprenta de La Gaceta Mercantil, en un tomo de 270 páginas que bien pronto se hizo escaso. En una biblioteca particular hemos examinado un Curso inédito de sus lecciones, lo que demuestra que aparte de ajustarse a Larroque lo comentaba, ampliándolo.

Durante la época de Juan Manuel de Rosas siguió enseñando en la cátedra de Derecho Canónico, a pesar del decreto del 27 de abril de 1838, cuando se retiró toda subvención a la Universidad. Con Rafael Casagemas fueron los sostenedores del Departamento de Jurisprudencia, y gozó de amplia libertad para exponer sus ideas contrarias muchas veces a las del gobierno. Vicente Fidel López, alumno aventajado en aquella época, recordará luego a ambos en unos amenísimos escritos sobre su pasaje en la Universidad, donde discurre sobre la enseñanza recibida, sus maestros y compañeros.

Después de Caseros fue elegido miembro de la Junta de Representantes donde se destacó, y apoyó al gobernador López. Se mantuvo como declarado opositor a la política de Urquiza, y figuró en el mes de junio en el grupo de los que combatieron el Acuerdo de San Nicolás.

Producida la reorganización universitaria fue postulado como Rector, pero los alumnos se opusieron. Siguió enseñando Filosofía y Derecho Canónico, cátedras que renunció en 1852, debido a sus continuos achaques.

Fue consagrado senador nacional en 1854, y al año siguiente, formó parte del Consejo de Instrucción Pública.

Falleció en Buenos Aires, el 3 de abril de 1856, en su casa de la calle Moreno y Tacuarí. Fue un gran sacerdote, teólogo y maestro de la juventud. Su retrato ejecutado por Prilidiano Pueyrredón se exhibe en la pinacoteca de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires.

Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1968).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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