Eduardo Olivera

Eduardo Olivera (1827-1910)

Nació en Buenos Aires, el 2 de junio de 1827, hijo de Domingo Olivera, a la sazón, oficial mayor del Ministerio de Gobierno y Relaciones de la presidencia de Rivadavia y de Dolores Piriz Feliú, sobrina nieta del ex Virrey del Río de la Plata, Antonio Olaguer Feliú. Se educó en el colegio de los jesuitas –distinguiéndose en el estudio del latín-, aprendió el inglés y el francés al lado de su padre, en cuya biblioteca leyó a Plutarco, a Labruyére, a La Fontaine, Rousseau y a Voltaire. Después fue enviado a Europa, a la escuela de agricultura de Grignon (Francia). Terminados sus estudios, pasó a Inglaterra, donde se dedicó prácticamente a la química agrícola en el laboratorio del profesor Nesbit, una de las notabilidades de la época. Emprendió largos viajes de aprendizaje por Alemania, Inglaterra, Francia, Holanda, Suiza y Bélgica, hasta que se embarcó en “La Carolina”, el 20 de noviembre de 1857, con destino a la patria.

Introdujo un plantel de ovejas Negrette de la célebre majada de Heller en Chrezelitz –que entonces era la primera de Europa-, para su cabaña, en 1858, y lanzó la idea de una Sociedad Rural en la revista “El Labrador”. Su artículo provocó otro muy elogioso de Sarmiento en “El Nacional”; poco después, Gervasio A. de Posadas lo llamó para encargarle la organización de la primera exposición agrícola argentina, realizada el 15 de abril de 1858.

Preocupado por problemas agropecuarios, en 1863 regresó a Europa, dedicándose al estudio de la propiedad territorial y de las leyes hipotecarias de Alemania. A su vuelta, en 1866, fundó la “Sociedad Rural Argentina”, contrariando una idea de su padre, y aplicando sus propias observaciones en la Royal Agricultural Society de Inglaterra. También editó los “Anales” de ella, que redactó en su mayor parte. La revista apareció en setiembre del mismo año, y en su primera entrega, traía el subtitulo: Revista destinada a la defensa de los intereses rurales del país y a la propagación de los conocimientos útiles a la agricultura en todos sus ramos. A él se le debe el lema de la Sociedad Rural: “Cultivar el suelo es servir a la Patria”, que es una modificación del que ostentaba en su frente el Instituto de Grignon.

Durante su segundo viaje, se preocupó de investigar sobre los derechos reales en Alemania, y a su regreso, inició la fundación de un Banco Hipotecario en la provincia de Buenos Aires sobre la base de los bancos alemanes. La iniciativa no prosperó, porque la mayoría de los abogados de la Legislatura se resistieron, pero más tarde, fue sostenida por Francisco Balbin que perseverante y entendido, fundó esta institución, gran palanca del crédito agrícola.

Fue diputado y senador. Por encargo de Sarmiento, entonces presidente de la República, organizó y presidió la Exposición Nacional de Córdoba, que fue el acontecimiento de la época (1871), terminada la cual, el Congreso Nacional sancionó una Ley de Gratitud –por iniciativa del P. E. que lleva las firmas de Sarmiento y Avellaneda- y le otorgó una medalla de oro, al año siguiente, acto que fue imitado por el gobierno de la provincia de Córdoba.

En la presidencia de Avellaneda, rehusó repetidas veces el Ministerio de Relaciones Exteriores, y sólo quiso aceptar la Dirección Nacional de Correos –que reunió con la de Telégrafos-. Emprendió una eficaz organización interna y externa de esa repartición que incorporó en 1874 a la Unión Postal Universal, propiciada desde Berna por el doctor von Stephan, con quien mantuvo una interesante correspondencia. Entre otras iniciativas, se le deben los buzones rojos de las esquinas porteñas, que hizo traer especialmente de Londres. Redactó el “Reglamento Interno de Correos”; fundó un periódico postal, de carácter semanal, que fue la guía más completa de correos que entonces pudiera publicarse. Organizó también una biblioteca especializada del Correo, adquiriendo la de su antecesor en la dirección, Gervasio A. de Posadas, que se componía de 200 volúmenes, a la que agregó los libros que mandaba adquirir a Europa.

En 1879 y 1883 publicó dos ediciones de su libro Estudios y Viajes Agrícolas en Francia, Italia, Suiza, Alemania, Holanda, Bélgica, Inglaterra y Escocia, que contiene un estudio práctico del estado de la agricultura en esos países, desde 1855 hasta 1883, con aplicación a nuestro país, y en relación con los cultivos, describiendo algunos de los principales rebaños europeos de merinos, crías vacunas y caballares, en Alemania, Francia e Inglaterra. Examina y describe en ellos la enseñanza científica de la agricultura, en los principales países recorridos.

Colaboró en los principales diarios, y en “La Nación” discutió largamente la ley de Tierras propuesta por el doctor Avellaneda a la Legislatura. Proyectó el establecimiento de un Instituto Agrícola, en los “Anales” de la Sociedad Rural Argentina, y en la “Revista de Buenos Aires”. Hizo sancionar en las cámaras de la provincia la ley que autorizaba su fundación.

Adquirió por orden del gobierno de Máximo Castro, el establecimiento de Santa Catalina, y fundó con los recursos escasos de entonces la Escuela Agronómica, que fue más tarde mejorada en un gran instituto, destinado a la enseñanza científica de la agricultura.

Ejerció la presidencia de la Sociedad Rural Argentina durante dos períodos consecutivos (1870-74), terminados los cuales la asamblea, por unanimidad, le nombró presidente honorario vitalicio.

Fue el creador del gran Parque de Culturas Comparativas de Santa Ana, con la fundación de campos de cultivos en Río Segundo (Córdoba), y los grandes ensayos prácticos de máquinas en aquel lugar, el 15 de diciembre de 1871. En ese día se presentaron armadas y funcionando sobre los campos de trigo y alfalfa en las márgenes del Río Segundo más de 150 máquinas de diversos modelos y sistemas. Funcionaron por primera vez en el centro de la República las segadoras y trilladoras a vapor. En el Parque de Culturas Comparativas de Santa Ana se cultivaron más de 2.220 variedades de cereales, legumbres y flores, y se repartieron en toda la República 29.600 paquetes de semillas entre las personas aptas para cultivarlas y con las instrucciones especiales sobre sus cultivos, escritas por el jardinero en jefe Bertheult y su ayudante Weber; se enviaron colecciones de semillas a los jardines de Kew, botánico de Londres y de Berlín. Era ésta la quinta-modelo más rica y tal vez mejor establecida hasta entonces en la República.

En 1889 representó al país en la Exposición Universal celebrada en París, y fue honrado por el gobierno francés con la condecoración de oficial de la Legión de Honor.

Bajo la presidencia del doctor Luis Sáenz Peña en 1893, fue designado interventor de la provincia de Buenos Aires, cargo que desempeñó con su proverbial objetividad, imparcialidad y corrección. Se retiró luego a la vida privada, dedicando sus afanes a la mejora de los ganados ovino, vacuno, caballar y porcino, en estrecha unión con sus hermanos. Lograron así fijar el tipo de Rambouillet Argentino, que en carne y lana se adaptaba al clima y a las necesidades del consumo interno y externo.

Cargado de años y de obras fecundas, fue invitado en el Centenario de la Revolución de Mayo, en 1910, a presidir la exposición de la Sociedad Rural Argentina. El 6 de agosto de ese año fue designado académico de la Facultad de Agronomía y Veterinaria, en mérito a que fue el precursor y uno de los argentinos que trabajó más y con mayor éxito por la civilización agraria de nuestro país. Fue llamado “el patriarca de la ganadería y la agricultura”.

En su famosa chacra “Los Remedios”, sobre la calle Lacarra se corrió hasta 1898, numerosas carreras cuadreras.

Falleció en Buenos Aires, el 22 de setiembre de 1910, el mismo año en que su antigua chacra pasaba a la Municipalidad de Buenos Aires con el nombre de “Parque Olivera” (hoy Parque Avellaneda). Estaba casado con Irene Darregueyra y Sala, nieta del prócer del Congreso de Tucumán. En el sepelio de sus restos lo despidió con un discurso el doctor Emilio Frers.

Dejó una considerable obra escrita: Estudios y Viajes Agrícolas… (1879), 4 vols.; Don Domingo Olivera. Sus trabajos (1908), 2 vols.; La Reorganización del Correo Argentino (1909); Misceláneas (1910), 2 vols.; varios tomos inéditos de su Diario, y una copiosa correspondencia en alemán, francés e inglés, de la que cabe destacarse la sostenida con el marqués de Perales sobre sociedades rurales y su funcionamiento.

El 16 de agosto de 1916 –al cumplir la Sociedad Rural Argentina por él fundada, sus cincuenta años de vida- se inauguró un monumento a su memoria, costeado por suscripción popular, obra del escultor francés Emile Peynot. Una plaza de la ciudad de Buenos Aires lleva su nombre.

Fuente

Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1978).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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