José Luis Molina

José Luis Molina y sus gauchos

Capitán de baquianos de la división del coronel Rauch, célebre por su actuación en la defensa de Carmen de Patagones.  Se ha dicho que en sus años juveniles fue soldado del famoso Regimiento de Granaderos a Caballo, pero el historiador José Juan Biedma dice que por más búsquedas que ha efectuado en las listas de revista de aquel cuerpo, no ha podido encontrar su nombre.  Lo que está plenamente comprobado es que en 1820 era capataz de estancia de “Miraflores”, propiedad de Francisco Ramos Mejía en el sur de la provincia de Buenos Aires.  En 1821, cuando el gobernador general Rodríguez, emprendió su primera expedición contra los salvajes con el propósito de avanzar en esa dirección la línea de fronteras, Ramos Mejía le aconsejó tratar previamente con las tribus avecindadas a su estancia, que obedecían a los caciques Ancafilú, Pichuiman, Antonio Grande y Landao, para asegurarse su cooperación o por lo menos su neutralidad en la empresa.  Rodríguez no solamente desoyó el consejo, sino que desconfiando de Ramos Mejía, le sometió a prisión, remitiéndolo con su familia a Buenos Aires.  Molina escapó con dos peones más y se refugió entre la indiada, recibiendo hospitalidad en cambio del auxilio de su brazo y de sus conocimientos topográficos de la Pampa.  Se ganó la confianza de los indios, contrayendo enlace con una de sus mujeres, imponiéndose finalmente como caudillo y liderando desde entonces todas las invasiones que asolaron las zonas Oeste y Sur de Buenos Aires.

El 4 de abril de 1821, a poco de haberse retirado Rodríguez, por haber fracasado en la empresa, al frente de 1.500 indios se atacó la naciente población de Dolores.  A su regreso la indiada se fraccionó, entrando unos por el Salado, otros por los montes del Tordillo y Monsalvo, arrebatando ganados y todo lo que hallaban a su paso.  Más de 140.000 cabezas fueron tomadas en esta barrida.

Dos meses después repitieron la incursión, llegando hasta Pergamino.  En el mes de noviembre de 1825 Molina invadió la zona adyacente al Salado, capitaneando las tribus de Ancafilú y Pichuimán.  Los húsares y dragones comandados por Andrés Morel y Anacleto Medina, respectivamente, lo esperaron a su regreso en el lugar denominado “Arazá” y en la refriega que allí se produjo, pereció Ancafilú logrando salvarse Molina gracias a la rapidez de su caballo, internándose en el desierto.  Los indios lo acusaron de traidor y de ser responsable de la muerte de su cacique y en represalia dieron muerte a uno de los dos peones con los cuales huyera de la estancia “Miraflores” y se disponían a tomar las mismas medidas contra Molina, pero éste huyó venciendo todas las dificultades que se disponían a su salvación, y pidió protección al comandante Juan Cornell, estacionado a la sazón en Kaquel Huincul (actual Partido de Maipú).  Cornell hizo conducir a Molina al fuerte “Independencia”, bien escoltado, donde debía esperar la solicitud de indulto que se había elevado al gobierno nacional, que había apoyado Juan Andrés Gelly.  El presidente Rivadavia dictó el 4 de julio de 1826 un decreto concediendo para José Luis Molina y su familia el indulto solicitado, en atención a haberse presentado voluntariamente, pudiendo el indultado pasar a instalarse en el punto de la ciudad o campaña que más se fuese de su agrado.

Este indulto abrió nuevamente a Molina las puertas de la vida civilizada y el gobierno utilizó sus servicios, nombrándolo capitán de baquianos de la división del coronel Federico Rauch, que cubría la frontera Sur de la provincia de Buenos Aires.  Ejerciendo dicho cargo prestó servicios notables con mucho tino y sagacidad, conduciendo la expedición hasta las tolderías de los salvajes, tomando parte en la pelea y descollando por su valor.  Así se rescataron más de 300 mujeres y niños, que se repartieron en la ciudad de Buenos Aires y una cantidad considerable de ganado.

Cuando se produjo la invasión imperial por la zona del Río Negro, el capitán de baquianos Molina se encontraba en Carmen de Patagones a cargo de una partida de 22 hombres, en forma accidental.  Cuando el 6 de marzo desembarcaron los brasileños en la margen S. del Río Negro, al mando de James Shepherd, Molina se incorporó con su partida a la fuerza que mandaba el subteniente Sebastián Olivera, que sumaba 114 milicianos de caballería.  Mientras Olivera atacaba frontalmente a sus numerosos enemigos, Molina se había corrido a sus flancos y retaguardia con su pequeña fuerza y había puesto fuego a los grandes pajonales circundantes; esta circunstancia y la muerte del jefe de los brasileños, Shepherd, agregada a la de otros compañeros, determinó a los enemigos a rendirse a discreción, entregándose a Olivera, 13 oficiales y 288 hombres de tropa.  José Luis Molina tuvo importantísima intervención en este glorioso hecho de armas, que tuvo lugar el 7 de marzo de 1827, al mismo tiempo que los imperiales lanzaban otro ataque directamente sobre el puerto y pueblo de Patagones.

Dijo de él José Juan Biedma: “Allí estaba el alma de la resistencia.  Era un grupo de veintidós hombres mal armados, mal entrazados, peor amunicionados; y sin embargo, aquel pequeño obstáculo impedía que quinientos brasileros en perfecto orden de batalla se posesionaran de la plaza que ya tocaban.  El baqueano Molina preparábase con su partida de 22 hombres media oculta, a desbaratar por una astucia bien conocida el plan de los invasores… Molina, el baqueano Molina, el vencedor de los brasileros en Patagones, era el paisano de alta talla, de siniestro aspecto, de fisonomía sombría, de grande barba negra, con un poco de la crin de león en su melena y una mirada terrible pero encapotada…  Era el tipo de gaucho de nuestra pampa, aprisionado bajo el uniforme militar” (1).

Sobrevino la revolución del 1º de diciembre de 1828 y de ella surgió la guerra civil, en la que ya tuvo intervención destacada Juan Manuel de Rosas.  Molina se alistó a las filas del Restaurador, entre los más decididos.  Cumpliendo órdenes de Rosas, Molina tentó con una fuerte división, integrada también por indios, dirigirse a Santa Fe, donde se encontraba aquél acantonado, para reforzarlo, pero Molina fue alcanzado por la división del coronel Isidoro Suárez en la estancia de Las Palmitas, el 7 de febrero de 1829, a pocas leguas de Pergamino y derrotado, debió su salvación a la rapidez de su caballo, no habiendo tenido la misma suerte su segundo, el caudillo Manuel Mesa, el cual cayó prisionero y fue pasado por las armas el día 16 de febrero.

Molina continuó prestando leales servicios a Juan Manuel de Rosas, llegando a ostentar el grado de coronel de milicias, habiendo obtenido el 14 de diciembre de 1829 despachos de teniente coronel de caballería con grado de coronel, siendo antes sargento mayor de la misma arma.

En los últimos días de diciembre de 1830, el coronel Molina halló la muerte en Tandil, siendo conducido su cadáver a Chascomús, donde se le dio cristiana sepultura el 27 de diciembre del año 1830, bendiciendo sus restos el cura vicario local Francisco de Paula Robles.  Prudencio Ortiz de Rosas le hizo rendir los honores fúnebres correspondientes a su jerarquía.

Referencia

1) Con fecha 12 de noviembre de 1829, Molina fue nombrado Jefe del Regimiento 7º de Milicias de Caballería de Campaña, de nueva creación.

 

Fuente

Biedma, José Juan – Crónica Histórica del Río Negro de Patagones (1774-1834).  Buenos Aires (1905).

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.

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Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas, Buenos Aires (1939).

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