Influencias en la Revolución de Mayo

Cabildo abierto del 22 de Mayo de 1810

No cabe duda que las ideas que proliferaron durante el gobierno de la dinastía de los Borbones, y los hechos que ellos protagonizaron, tales como el Tratado de Permuta de 1750, la expulsión de los jesuitas, el Tratado de San Ildefonso de 1777, la centralización de la administración con detrimento de los cabildos, la liberación del comercio con perjuicio de las economías regionales, la política internacional claudicante con Portugal, Francia e Inglaterra, la fuerte presión impositiva, la mediocridad y hasta la corrupción de la Corte de Carlos IV, fueron todos motivos de debilitamiento de los lazos que unían a Hispanoamérica con la Madre Patria.

En materia ideológica, el iluminismo, merece estas consideraciones de Zorraquín Becú: “El predominio absoluto de (los) problemas espirituales desaparece gradualmente durante el siglo XVIII.  Las preocupaciones humanas ya no están centradas en la salvación eterna, sino en el adelanto material y cultural de los pueblos, encerrados cada vez más en sus respectivas nacionalidades…  Se busca sobre todo la felicidad puramente humana.  El derecho se desliga de todo vínculo con la religión y la moral, para convertirse en un producto exclusivo de la razón.  Las luces de esta última apagan las que antes provenían de la revelación divina.  Y así surge el iluminismo, que es la filosofía de la razón apoyada en la experiencia, la que se rebela contra las concepciones tradicionales para buscar en el hombre, y sólo en el hombre, el principio y el fin de todos los problemas…  Se descubre así que el hombre tiene derechos innatos, propios de su condición humana, y anteriores a todo vínculo comunitario.  Y se advierte por lo tanto que la primera función del gobierno es respetarlos y protegerlos.  La igualdad y la libertad son los dos pilares de ese nuevo edificio jurídico-político.  Y como a ellas se oponen los privilegios y el despotismo, será preciso eliminarlos a ambos…  De esta necesidad derivan tres direcciones políticas distintas, que van a inspirar la revolución y las revoluciones de fines del siglo XVIII.  La primera, trata de proteger la libertad y los derechos naturales mediante la separación de los poderes (Montesquieu); la segunda confía esa protección y el fenómeno de la cultura y la economía a los mismos gobernantes, imbuidos del espíritu del siglo, creando el despotismo ilustrado (Voltaire); y la tercera, llega a las últimas consecuencias de la doctrina, adoptando un criterio democrático que reemplaza el absolutismo de los reyes por el de los representantes del pueblo, y confía a estas asambleas la salvaguardia de aquellos derechos naturales (Rousseau)”. (1)

Hemos transcripto esta larga cita porque nos parece esclarecedora.  Después de ella se comprende que al destruirse las bases ético-religiosas del Imperio, no quedaron conformes ni los criollos liberales, que querían llevar hasta sus últimas consecuencias la lucha contra el despotismo por más ilustrado que fuese.  Y por su parte, los criollos apegados a la tradición conceptual, sintieron tambalear su fidelidad a una monarquía que, si en la etapa de los Austrias había fundado el consenso a ella en principios de índole superior a la propia sociedad y al hombre, ahora intentaba imponer un orden por la vía de la fuerza detentada por una burocracia advenediza formada por escépticos.

Hacemos referencia a los burócratas.  El propio Zorraquín Becú, nos habla del equilibrio entre las fuerzas sociales que existe en los reinos americanos mientras gobiernan loa Austrias: los funcionarios del rey (virreyes, oidores, gobernadores, etc.), los miembros del clero regular y secular; los vecinos, cuya caja de resonancia fueron los cabildos.  Los funcionarios, recíprocamente controlados, y vigilados desde España, contrapesaban su influencia con el clero, ocupados en evangelizar, educar, cuidar a los enfermos o hacer ciencia; y con los vecinos, que completaban un panorama armónico, con su gravitación ejercida a través de los oficios concejiles.  Sobre este trípode se condensó una comunidad estabilizada, lograda por el prestigio y la influencia de los tres sectores sociales.

En la etapa borbónica se observa, que como consecuencia de la implantación del despotismo ilustrado, se permite, con la expulsión de los jesuitas y la implantación de un regalismo de raíz absolutista, que la Iglesia pierda buena parte de su influencia en beneficio de los funcionarios del rey del tipo de Bucarelli y Vértiz, para quienes el progreso material era más importante que la labor de elevación del aborigen que practicaban los jesuitas, y que la frontera estuviera amenazada por los portugueses.  Ya se ha visto como el régimen intendencial significó un avance sobre la autonomía capitular, fenómeno que resiente el ascendiente legítimo de los vecinos, en buena parte criollos.  Todo esto rompe el tradicional esquema social a favor de la pirámide burocrática, reclutada en peninsulares que irrumpen en América, a la que toman como mero escenario donde vienen a lograr un simple ascenso en su carrera administrativa, apoyados por contingentes militares que la Corona provee.  No es raro entonces, que el proceso de emancipación encuentre unidos a gruesos sectores del clero y de la vecindad, en lucha contra una burocracia de mediocres mandones.

A la hora de darle fundamento filosófico a la Revolución de Mayo, las nuevas corrientes de la ilustración, el individualismo político, la fisiocracia y el liberalismo económico, ejercieron gravitación ideológica sobre sectores intelectuales habituados a la lectura de lo que estaba de moda en Europa: tal el Belgrano que estudia en la España afrancesada donde predominan las ideas fisiocráticas; tal el Moreno que en la biblioteca del canónigo Terrazas descubre a Rousseau; tal el Vieytes lector asiduo, según su propia expresión, del, “sublime economista” Adam Smith.  Pero ni el despotismo ilustrado de Voltaire, ni la división de los poderes de Montesquieu, ni el contrato social en la versión de Rousseau, ni las ideas fisiocráticas de Quesnay, Gournay y Jovellanos, ni el librecambismo preconizado por Adam Smith, tuvieron mucho que ver con las bases ideológicas de la Revolución de Mayo.

El despotismo ilustrado, es precisamente un movimiento cuya expresión es contraria al autoritarismo progresista de los funcionarios españoles con Cisneros a la cabeza.  La división de los poderes de Montesquieu, no sabemos que haya sido mencionada en la semana de Mayo.  En cuanto al contrato social de Rousseau, véase lo que escribe sesudamente Guillermo Furlong: “El contrato social de Rousseau es, pues, aquel contrato por el que un pueblo es pueblo, y es pueblo por una deliberación pública y por una convención.  Hay que reconocer, que los hombres de 1810 ni soñaron en ese contrato, y hay que reconocer, además que ningún partido habrían podido sacar del mismo, para los fines que se proponían.  Ellos se fundaron en el pacto existente entre los Reyes de España y los pueblos de América, pacto o contrato bilateral, cuyos cargos los Reyes dejaron de cumplir, a raíz de la invasión napoleónica.  Es precisamente este contrato el que Rousseau considera “monstruoso”. (2)

Y frente a la disolución del pacto entre los Reyes y los pueblos de América ¿Qué tienen que ver la fisiocracia y el librecambismo con ello?  Castelli, que por su formación conocía a Rousseau y a Suárez, en su alocución en el cabildo abierto del 22 de mayo de 1810 sostuvo: que desde la salida del infante Don Antonio, a quien Fernando VII confió la regencia, el gobierno soberano de España había caducado; “que ahora con mucha razón debía considerar haber expirado con la disolución de la Junta Central; porque además de haber sido acusada de infidencia por el pueblo de Sevilla, no tenía facultades para el establecimiento del Supremo Consejo de Regencia, ya porque los poderes de sus vocales eran personalísimos para el gobierno, y no podían delegarse, ya por falta de los Diputados de América en la elección y establecimiento de aquel Gobierno; deduciendo de aquí su ilegitimidad y la reversión de los derechos de la Soberanía del Pueblo de Buenos Aires y su libre ejercicio en la instalación de un nuevo gobierno, principalmente no existiendo ya, como se suponía no existir, la España en la dominación del señor don Fernando Séptimo” (3)

¿A qué contrato o pacto alude Castelli implícitamente?  ¿Al que da origen a la sociedad voluntariamente constituida por decisión de los individuos, según la versión de Rousseau?  ¿O al que la interpretación de Suárez existe, tácito o expreso, entre el pueblo y su monarca o gobernante, por el cual aquél confiere a éste el poder de gobernarlo bajo condición de búsqueda permanente del bien común?

Cuando Castelli habla de la reversión de la soberanía al pueblo de Buenos Aires, ¿se está refiriendo a la fundación de la sociedad porteña nuevamente, por decisión voluntaria de sus habitantes, habida cuenta de la acefalía política existente, que sería la aplicación del pensamiento de Rousseau al caso?  ¿O hace alusión a la ruptura del pacto social tácito existente entre el pueblo de Buenos Aires, parte de la comunidad imperial española, y el rey que ya no puede gobernarlo, que sería apelar a la doctrina de Suárez?  Claro que Castelli no lo menciona a éste.  Como lo demuestra palmariamente Furlong en la obra que hemos citado, la teoría de Suárez sistematizó convicciones españolas que venían desde la época de Isidoro de Sevilla, pasando por las Partidas de Alfonso X, El Sabio, en el siglo XIII, hasta llegar al propio siglo XVIII en que por imperio del despotismo ilustrado pretendió ser suplantada.

Las fuentes ideológicas que le dieron fundamento filosófico a la Revolución de Mayo no fueron las del enciclopedismo francés, sino las tradicionales que se constituyeron en el acervo ideológico heredado por el pueblo rioplatense de su pasado hispánico, respecto del origen del poder político.  En cuanto a la influencia que la temática económica del momento pudo haber tenido en los hechos ocurridos en mayo de 1810, consideramos que de la compulsa serena de la documentación de esa época, surge que ni las teorías ni los hechos económicos hayan influido decisivamente en el desarrollo de los acontecimientos.  La economía incide en el devenir histórico, como que es un factor vinculado al hombre, como lo político, lo social, las costumbres, la religión, hasta el propio mundo del arte; pero a veces nada tiene que ver, o muy poco, con un acontecimiento determinado: este es el caso de la Revolución de Mayo.

Referencias

(1) Tau Anzoátegui, Victor y Martiré, Eduardo – Manuel de historia de las instituciones argentinas, páginas 300/1, Buenos Aires (1971).

(2) Furlong, Guillermo – Nacimiento y desarrollo de la filosofía en el Río de la Plata 1536-1810, página 604, Buenos Aires (1917).

(3) En Sierra, Vicente D., Historia de la Argentina, Tº IV, páginas 538/9, Buenos Aires (1960).

Fuente

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado

Petrocelli, Héctor B. – Historia Constitucional Argentina – Keynes – Rosario (1993).

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