Batalla de Boquerón (Guerra del Chaco)

Soldados paraguayos rodeando el fortín Boquerón

En la mente de muchos existe el convencimiento que la Guerra del Chaco tuvo su inicio en Laguna Pitiantuta con la ocupación del puesto paraguayo el 15 de junio de 1932.  Se trata indudablemente de un “lapsus calami”, toda vez que origen es principio y fundamento, aunque es posible que se haya querido limitar el término a un hecho aislado que vino a ser el final de una serie de hechos similares, y, por tanto, pudo marcar la reanudación de enfrentamientos que, después, condujeron a la guerra.

En rigor de verdad, los choques anteriores y los ocurridos inmediatamente después del encuentro en aquella Laguna, no fueron el origen de la contienda bélica sino los eslabones de una serie de acontecimientos y decisiones y aun omisiones, que por exceso de confianza y por amor propio nacionales en ambos países, amarraron a éstos al estrecho campo de las soluciones de fuerza, con el agravante de que el enfrentamiento físico estuvo a cargo de elementos militares llenos de ardor patriótico y totalmente alejados de la política.

El agua fue el factor dominante para Bolivia con la decisión de ocupar y quedarse en la Laguna Pitiantuta, pero esto importaba la siguiente contradicción: por un lado, evacuar el fortín paraguayo de Carlos Antonio López, por lo que equivaldría perder esa salvadora napa de agua, y del otro, cumplir el plan boliviano de abrir la ruta hacia el norte reteniendo Pitiantuta, lo que les permitiría juntar fuerzas con su 3ª División en Ingavi.

Esta consideración es fundamental del plan operativo (Fuerte Olimpo) y la misma naturaleza los ha impuesto a ocupar dicho lago.  Por consiguiente, el mantenimiento de dicha posición era de inapreciable importancia para el buen desarrollo de las operaciones posteriores que les posibilitaba la salida al Río Paraguay.  El factor agua hizo que los mandos bolivianos fueran renuentes a cumplir la orden de abandono dada por Salamanca, y porque los mandos pensaron que nunca el Paraguay los obligaría a retirarse en desbandada como ocurrió verdaderamente.

Sin embargo, bastaron unas pocas granadas de mortero y fusilería para que cundiera el pánico entre los ocupantes, y, cuan tremendo habrá sido el impacto en la moral de la tropa, que despavoridos huyeron hacia Vitriones, dejando solo y abandonado a su comandante.

La reconquista del fortín fue encomendada al 1º Batallón del Regimiento Ytororó al mando del capitán Abdón Palacios con un efectivo de 16 oficiales y 372 de tropa.  El contraataque paraguayo fue la notificación a Bolivia de que en adelante no quedarían impunes sus agresiones.  El Paraguay pacifista por convicción, repelerá en adelante a la fuerza con la fuerza.  Al final la paciencia estaba colmada.

El teniente coronel Estigarribia sabía que con este acto inexorablemente se iba a la guerra y la orden fue cumplida porque en ella iba impreso el honor nacional.  Con ella terminaban las humillaciones al Paraguay y Pitiantuta se transformó en el primer hito señero de la marcha decidida del Ejército paraguayo hasta Charagua.

Las represalias.  Captura de Corrales, Toledo y Boquerón

Bolivia pegó el grito al cielo, y lanzó a los cuatro vientos la mentira de que el Paraguay se había apoderado de su Fortín “Mariscal Santa Cruz” existente en realidad, pero a 100 kilómetros de distancia al norte de Pitiantuta.  El gobierno paraguayo solicitó reiteradamente el envío de una Comisión Neutral que investigara sobre el terreno la falsedad de la acusación.  El Dr. Salamanca, presidente de Bolivia, se negó rotundamente.  Y en respuesta ordenó la represalia contra los fortines paraguayos de Corrales, Toledo y Boquerón.

Ataque y captura de Corrales y Toledo.  Un destacamento, al mando del teniente coronel Peñaranda con 470 hombres con grupo de acompañamiento, capturó Corrales, cuyos defensores compuestos de 15 hombres, luego de una escaramuza, se replegaron a Toledo, llave del ferrocarril Casado y cobertura de las colonias mennonitas.

Al día siguiente, 29 de julio, los bolivianos atacaron y se apoderaron del fortín Toledo cuyas fuerzas defensoras no tuvieron otro recurso que replegarse sobre el fortín Carayá, no sin antes luchar denodadamente y causar algunas bajas al agresor.

La tercera agresión se produjo en el sector central con el ataque y captura del fortín Boquerón, ubicado a 40 kilómetros al sur-oeste de Isla Poí, base principal del Ejército paraguayo.

La guarnición estaba compuesta por 112 hombres y dos oficiales; los atacantes constituidos en un destacamento de 1.200 hombres, al mando del coronel Emilio Aguirre.  El destacamento emprendió la marcha ofensiva desde el fortín “Cabo Castillo”, entrando en acción de inmediato, atacando los retenes que estaban instalados sobre las sendas que conducen a los fortines Ramírez y Yujra.  Luego de una escaramuza los retenes se replegaron hacia el fortín Boquerón.  Los bolivianos avanzaron hasta detenerse a 150 metros de distancia de la línea de avanzada, posición en que se detuvieron hasta las 8 de la mañana en que se impartió la orden de asalto, previo bombardeo de artillería y aviación.  El fortín fue tomado, no sin antes sufrir fuertes pérdidas las fuerzas atacantes incluyendo su Comandante.  En días sucesivos fueron cayendo Huijay y Rojas Silva.

Ataque paraguayo a Boquerón

Para fijar la situación de los contendores y apreciar en su verdadero sentido las características de la primera batalla con que se inició la guerra, es necesario consignar previamente los efectivos con que ambos mandos se empeñaron en esta acción.

El Primer Cuerpo de Ejército paraguayo disponía de 9.500 hombres, 24 cañones 10.5 y 7.5, 15 morteros, 250 ametralladoras pesadas y livianas.  La dislocación del Primer Cuerpo de Ejército el día del ataque a Boquerón era la siguiente: en línea de contacto con Boquerón, la Primera División, compuesta de los siguientes regimientos: 2 y 4 (Ytororó y Curupaytí, respectivamente); R. C. 2 y Grupo de Artillería 2 con 4.500 hombres.  En el sector de Isla Poí-Campo Esperanza, la Segunda División compuesta de R. I. 1, R. I. 3, y Grupo de Artillería 1.  Regimiento de Caballería 3 en fortín Coronel Martínez; en Rojas Silva el Regimiento de Caballería 1 con un total de 800 plazas.  La Segunda División contaba con 5.000 hombres.

El ejército de Bolivia con dos Divisiones cubría los sectores de Arce hacia el Norte, incluso Boquerón, Alihuatá, Esteros, pasando por Saavedra, con sus puestos adelantados de Murgia y Samaklay.

El 1º de setiembre el mayor Juan Manuel Garay entregó en Casanillo al teniente coronel Estigarribia la orden del presidente Ayala de retomar Boquerón con el objeto de demostrar a los países neutrales que el Paraguay poseía capacidad militar, según rezaba el documento.  Con ese papel en la mano, el comandante Estigarribia tomó de inmediato las disposiciones para la ofensiva contra el fortín Boquerón.

Viernes nefasto, el 9 de setiembre, y correspondió a la Primera División atacar el fortín.  Al Regimiento Ytororó se le asignó la misión de atacar por el camino principal; al Curupaytí atacar por el camino viejo; Toledo, como reserva divisionaria.  Se distribuye a cada soldado un litro de agua y una lata de carne conservada.  El espíritu patriótico de la gran unidad responde con algarabía y muestras de innegable entusiasmo.  La impaciencia va en continuo aumento, no llega la orden, el soldado henchido de fe se desespera, quiere conocer la cara del enemigo del frente, se inquieta, porque sabe que luego pasará a la gloria o a la muerte por su patria.

Como es de esperar, los paraguayos recibieron nutridísimo fuego de fusilería de cientos de ametralladoras y cañonazos que se encargaron de templar el bautismo de fuego y… de sangre de aquellos beneméritos.

No se amilanaron en ningún momento y consecuentes con su destino, algunos cayeron en la primera línea de defensa abrazados a su fusil.

La lucha continúa ardorosa todo el día, como así también ardía las entrañas del combatiente por falta de agua y alimentos.  Estaban absolutamente convencidos de que bastaría un día de combate para desalojar al enemigo, ya que para la noche se arremolinaban desesperados en los bosques con signos evidentes de agotamiento.  Felizmente, el R. I. 4 “Curupaytí” mantuvo inquieto al enemigo en sus posiciones con repetidos y tenaces asaltos durante toda la noche.  En el enfrentamiento de ese día se pudo apreciar la utilización de todas las armas incluyendo a la aviación que trabó combate con tres aparatos enemigos, saliendo heridos pero airosos los pilotos.

Bolivia había preparado cuidadosamente la defensa.  El teniente coronel Marzana tenía a sus órdenes en el reducto a 28 jefes y oficiales y 683 de tropa provistos de 15 ametralladoras pesadas y 7 viejas, 2 piezas de artillería y 2 cañones antiaéreos.  La directiva del teniente coronel Estigarribia fue rodear Boquerón por la izquierda y presionar sobre el enemigo hasta posesionarse de su zona de seguridad.  No se disponía de mapas auténticos del fortín, sino de un croquis trazado de memoria por el antiguo Comandante del fortín el teniente Heriberto Florentín.  La provisión de agua tenía que hacerse desde Isla Poí, a 40 kilómetros de distancia, y no era suficiente para 10.000 combatientes desesperados.

El R. C. “Felipe Toledo” logró interceptar el camino de Yujra, pero tuvo que regresar en busca de agua, uno de los problemas que aparecieron angustiosamente desde el primer día de combate, como se señaló más arriba, y en consecuencia, el comando paraguayo debió descartar por impracticable la tentativa de tomar en un solo día de ataque el sitio de Boquerón.  Desde luego, a quién se le podía ocurrir.

El día 13 fue muerto el capitán Victor Ustárez, que el sábado 10 entró en el reducto con un contingente de socorro.  Intentó salir, forzando el cerco frente al Regimiento Corrales, siendo masacrado por una ráfaga de ametralladora.  Sentida pérdida para los bolivianos, pues se trataba de uno de sus mejores patrulleros.

El miércoles 14, como era de prever, se generaliza en el sector paraguayo el tormento de la sed.  Los soldados de las distintas unidades, aprovechando la oscuridad de la noche, comienzan a remolinear en los bosques para luego ir marchando dos o tres kilómetros sobre la ruta principal a Isla Poí, donde asaltan los escasos camiones que transportan agua al frente; organizándose con ese motivo descomunales desórdenes y grescas con los encargados de la custodia.  Existe exasperación de la tropa en la medida que muchos de ellos logran agua a punta de fusiles en apresto de hacer fuego, otros más impacientes perforan a balazos los tanques perdiéndose de esta forma lamentablemente el preciado elemento.

El día 10 de diciembre fue movilizado el coronel Rafael Franco desde su retiro de Paraguarí, pues estaba separado del Ejército desde abril de 1931, por sus inquietudes ante la indefensión del país frente a la sistemática penetración de tropas bolivianas en el Chaco papagayo.  Todo fue como consecuencia de una sublevación del Ejército en el que todos estaban conjurados para derrotar de una buena vez a los gobernantes ineptos, corruptos, de turno y de época.  Esa conspiración fue desbaratada por la felonía del mayor Bray, Villasboa y Aponte, quienes se encargaron de denunciar al Ministerio de Guerra lo que se estaba gestando.  Franco fue embarcado en una de las cañoneras con rumbo a Casado, el día 15 ya se hallaba en el Comando del Primer Cuerpo de Ejército incorporado como Jefe de Informaciones en la línea adelantada de combate de Boquerón.  Fue interiorizado de la falta de progresión del Primer Cuerpo de Ejército, encomendándosele la misión de verificar sobre la línea de combate los problemas existentes que impedían la progresión de las tropas paraguayas para la retoma del fortín, que dependía del informe del coronel Franco para sostenerlos unos días más, o en consecuencia, ordenar la retirada a Isla Poí, inserta en una orden secreta del Presidente de la República.

Franco se constituyó en primera línea, con un batallón a su cargo, no tardando mucho en descubrir que los motivos estaban más que a la vista y que se trataba del problema logístico.  La provisión correcta de agua y víveres para 10.000 hombres sedientos y exhaustos que luchaban por la supervivencia.  Regresó a la Isla Poí con informe para el Comando.

El día 16 llega el R. I. 6 “Boquerón”, flamante Regimiento organizado sobre la base de jefes, oficiales y cadetes de la Escuela Militar bajo el comando del mayor Bray, director de la Institución con acompañamiento de artillería y un escuadrón de caballería.

Apremiado por el Comando del Primer Cuerpo de Ejército entró en acción ya a las primeras horas del día 17, sin haber tenido tiempo de orientarse en un terreno boscoso totalmente desconocido, sin haber recibido objetivos definidos y sin saber siquiera hacia donde quedaba el fortín.  En esas condiciones, las acciones sacrificadas del regimiento no podían rendir sus frutos, sumándose a lo dicho, que estando en plena marcha de aproximación los batallones II y III del Regimiento, al oscurecer de ese día, en la dirección del camino Ramírez-Boquerón fueron sorprendidos por la espalda con un fortísimo ataque enemigo proveniente de Destacamento Montalvo, que intentaba ingresar al reducto.  Dichos batallones habían asegurado suficientemente la retaguardia, convencidos de lo que les habían informado que otras unidades amigas ya cubrían la retaguardia en la dirección de Ramírez y que solamente debían de preocuparse del enemigo de su frente.  Dicha información resultó ser falsa.

El Segundo Batallón, en cambio, hizo una correcta marcha de aproximación y toma de contacto en pleno bosque.  Se detuvo al salir a los campos de tiro de las posiciones enemigas como consecuencia de lo que ocurrió en su ala derecha de los Batallones II y III, con los cuales se perdieron los enlaces.

La acción del enemigo había desorientado a los Batallones II y III, y como consecuencia, el ataque del Regimiento no produjo el resultado que se esperaba.  Ese día 17 murieron heroicamente, entre otros, los cadetes del 4º Curso Oscar Otazú del Batallón I; Pastor Pando del Batallón II y cayó prisionero el cadete Rogelio Fiore.  Asimismo, se tuvo que lamentar las bajas de los tenientes Marcelino Ramírez y Eugenio Ramón Fernández, Comandantes de Pelotones del R. I. 1 “2 de Mayo”, pero esta vez por la propia artillería paraguaya.

Pero no sólo esta ignominia era observada en el frente de batalla, en la retaguardia existen algunos que emplean el agua de la única laguna de Isla Poí en reconfortantes baños, mientras las tropas se baten como leones bajo los rayos de un sol abrasador, en estado de insolación, agotados físicamente, mugrientos, labios resecos y ojos saltados por la sed agobiadora.  En la retaguardia, los cortesanos de la metrópoli del Ejército dilapidan el vital líquido, en vez de usarlo en el lavado de heridas, en la salvación de los insolados, o en la refrigeración de las armas automáticas.

El martes 20 de setiembre, en reunión de Comandos Divisionarios convocada por el teniente coronel Estigarribia, éste insistió en un Plan de retirada hasta Isla Poí (ya propuesto en otra reunión del día 12, al que se opuso el mayor Fernández).  Para esta reunión Estigarribia invitó al coronel Rafael Franco quien, interiorizado del plan, expuso su opinión de que la victoria sobre los bolivianos dependía de una mejor organización del servicio de abastecimiento de agua y víveres y a continuación propuso una organización adecuada cuya ejecución se la encomendó en forma inmediata el teniente coronel Estigarribia, creándose de esta forma la Sección Abastecimientos, a su cargo.

En fecha 24, a las dos semanas de iniciada la batalla de Boquerón, Franco hizo llegar al Comando de Estigarribia, la comunicación de que el agua de la laguna que surtía a todo el Ejército, comenzaba a causar síntomas de descomposición.  No había agua sino en las colonias mennonitas o en el Río Paraguay, y, traerlas de sitios tan lejanos era prácticamente imposible.  Esto no hizo sino agudizar un problema que se había presentado desde los primeros días de la batalla con caracteres alarmantes.  La sed era más temible y peligrosa que el propio enemigo.  Los fuertes calores y la falta total de lluvias agravaron la situación, porque se multiplicaron las escenas pavorosas de deshidratación y muertos por la sed.  Sin embargo, pese a todas estas adversidades, los combatientes de primera línea no abandonaron sus posiciones.  Estos servicios de agua fueron prestados las 24 horas, inclusive aprovechando la oscuridad de la noche.  Muchos de estos héroes perdieron la vida en el cumplimiento de su humanitaria labor.  En el reducto boliviano el problema no se presentaba tan agudo, porque disponían de una laguna y un pozo que les sirvió hasta que quedó bajo el fuego directo de un Batallón del R. I. 2 “Ytororó”.

Comprendiendo la imperiosa necesidad de definir de una buena vez por todas la situación, el teniente coronel Estigarribia dictó una Orden General para que el 26 de setiembre todas las unidades de la primera línea atacaran resueltamente y en estrecho enlace, a las posiciones enemigas.  Todo ese día fue de lucha intensa.  Un Destacamento de la 1ª División atacó el extremo oeste de una lengua de bosque que circundaba el fortín.  El R. I. 6 “Boquerón”, haciendo una conversión de su ala derecha, apoyó y acompañó este esfuerzo.  Las tropas paraguayas en repetidos y heroicos asaltos llegaron por la noche hasta la segunda línea de defensa boliviana rompiendo en tres sitios y abriéndose paso a punta de bayoneta y machete.

El amanecer del 29, se tuvo conocimiento por prisioneros capturados, que el día anterior, los generales Montes y Osorio volaron sobre Boquerón y lanzaron una proclama a los sitiados pidiendo “diez días más de inquebrantable resistencia y la victoria será nuestra.  Habéis escrito la página de oro de la historia patria”.  El anillo de hierro estaba próximo a estrangular los últimos estertores de la defensa.

El teniente coronel Marzana reunió a sus oficiales para hacerles conocer el mensaje lanzado por el general Osorio.  Los oficiales rodearon a su Jefe en el estrecho agujero techado de troncos que les servía de refugio.  Sus rostros mostraban las huellas dejadas por 19 días de un constante batallar, tensión nerviosa y escasez de alimentos y agua.  Muchos ya se encontraban en el límite de sus resistencias.  Marzana pasó revista de los convocados y la ausencia más sentida fue la del capitán Tomás Manchego, uno de los puntales de la resistencia.  Murió a las 48 horas después de una agonía sin conciencia.  Fue enterrado al lado de su amigo el teniente paraguayo Velázquez, fallecido el día anterior.

Los camaradas del galpón agonizaban sin un solo medicamento que aliviase sus dolores y su fiebre entre moscas y la putrefacción de los heridos.  Lo que pedía el Comando Supremo era irrealizable.  No sabía que la munición estaba agotada y que las tropas paraguayas ya se encontraban a poca distancia de las trincheras.  La caída del fortín era inminente.

Del lado paraguayo la expectativa de los combatientes iba cada vez en aumento a medida que transcurrían los minutos.  La artillería no se atrevió a atacar por la proximidad entre atacantes y atacados.  El teniente coronel Estigarribia había ordenado que sus divisiones se jueguen ese día el todo por el todo.  Boquerón tendría que caer a cualquier costo.

Los primeros disparos de la línea paraguaya se perdieron en silencio ya que no hubo respuesta boliviana, sino que simultáneamente se levantaron algunos lienzos blancos que enloquecieron a los combatientes, llenos de júbilo, vivando a la patria, atropellaron el reducto en toda la línea.  El capitán Antonio Salinas del Regimiento Campos y el sub-oficial Carlos D’Avila del 14 de Infantería salieron por la Punta Brava llevando el siguiente mensaje: “El Comandante del fortín Boquerón al Comandante de las Fuerzas Paraguayas en el mismo sector.  Señor; el oficial portador de la presente, capitán Antonio Salinas lleva la misión de entrevistarse con usted, en representación mía.  Dios guarde a Ud., Tte. Cnl. Marzana”.

¿Qué había ocurrido? Al no recibir fuego de respuesta y viendo los lienzos blancos en el sector de la “Punta Brava” el teniente paraguayo Manuel Islas convencido de que se trataba de una rendición se lanzó a la carrera hacia el fortín seguido por la compañía a su mando del “Curupaytí”, con la intención de cosechar el lauro de tomar prisionero al propio Marzana.  Al escuchar el clásico grito de triunfo paraguayo lanzado por las tropas, las demás unidades también se precipitaron a la misma meta.  Del Diario de Guerra del teniente coronel Cuenca, se puede extractar lo siguiente: “Los capitanes Salinas y el sub-oficial D’Avila fueron conducidos ante Estigarribia por el mayor Rafael Franco a quien le entregaron sus respectivas credenciales y le expresaron que tenían la misión de concretar una entrevista con su Jefe.  Puestos ante el Comandante, éste les manifestó que lo esperaba en este mismo lugar, esta mañana a la brevedad posible.

Mientras tanto, los oficiales y los soldados bolivianos que tenían orden de no combatir hasta que regresen sus parlamentarios se incorporaron temerosos en sus posiciones al ver esta avalancha que se les venía encima.  En pocos minutos se vieron rodeados de paraguayos que los observaban y hablaban con curiosidad como si fueran seres de otro mundo.  Finalmente el teniente coronel Marzana fue hecho prisionero por los tenientes Islas y Valdovinos.

La toma de Boquerón fue empañada por la vista de la espantosa tragedia que envolvía a los defensores: 20 oficiales y 446 soldados en el último extremo de la miseria humana.  Por todas partes armamentos, equipos cadáveres y escombros.

Rafael Franco no quiso participar de tan horrendo espectáculo, motivo por el cual no intervino en la payasada de último escalón de la degradación humana, la triste y poco edificante actitud de comandos de unidades tapujándose por el derecho de ser ellos los que deberían llevar a Marzana ante el comandante Estigarribia, amén de las múltiples trifulcas entre oficiales paraguayos por el botín.

El teniente coronel Marzana y sus hombres, luego de unos días en el fortín de Isla Poí fueron, luego, conducidos a Asunción.  El presidente Ayala al referirse en un discurso al triunfo paraguayo tributó un noble homenaje a los vencidos.

En 1936 Marzana retornaba a su patria como héroe.

La excesiva cautela que en toda la campaña iba a ser una de las características en la estrategia del teniente coronel Estigarribia, salvó, esos días a la 4ª División boliviana de un completo desastre.  Luego de la reconquista de Boquerón, en vez de hacerse una persecución inmediata y enérgica, como mandan los preceptos, a las tropas bolivianas quienes se encontraban en los alrededores de Yujra, se dejaron pasar ocho días antes de la toma de contacto, a pesar de que las dos Divisiones que actuaron en Boquerón fueron reforzadas por una tercera aumentando de este modo el efectivo del cuerpo a 15.000 hombres.

El día 4 de octubre llegó a Boquerón el presidente Ayala y ascendió a Estigarribia a coronel.

Fuente

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.

Franco, Rafael – Memorias Militares – Tomo I

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