El jordanismo

General Ricardo López Jordán (1822-1889)

A fines del año 1867, y mientras la mayor parte de los políticos argentinos argumentan a favor de las candidaturas de Sarmiento, Elizalde, Urquiza o Alsina, una minoría de viejos federales del Litoral piensa en una revolución argentina, sobre la base insurreccional de cuatro provincias claves: Entre Ríos, Santa Fe, Buenos Aires y Corrientes.

No los desalienta ni el reciente fracaso de los Colorados, en Cuyo, y de Varela en las provincias andinas, ni las violencias de los “procónsules”, que no conocen reparos cuando se trata de afirmar el poder y las posiciones del liberalismo.  Como ese golpe del general Arredondo en La Rioja, del 10 de noviembre, que Guillermo San Román calificó duramente e identificó con “la montonera vencida en Cuyo y en Vargas”. (1)

Mientras del otro lado de los Andes los emigrados Saá, Videla y Olascoaga “traman una nueva invasión” (2) el estado mayor de los revolucionarios del Litoral prepara los documentos que ha de publicar en el momento del estallido.  Esos documentos se conservan inéditos en el archivo de quien iba a ser el jefe del planeado movimiento: el general Ricardo López Jordán.

Son tres piezas documentales manuscritas: la primera, una “Proclama a Entre-Rianos”, que aparece refrendada por “Vuestro General y Compañero”; la segunda, un extenso y cuidadoso “Manifiesto de la Revolución a los pueblos que componen la República Argentina”, elaborado por la Junta Revolucionaria de la Provincia de Entre Ríos; y la tercera, un “Manifiesto a los Pueblos Argentinos y Repúblicas Americanas”.

El primero y el último documento son autógrafos de Francisco F. Fernández, por entonces prosecretario de la Legislatura Provincial y ya activo elemento jordanista.  El manifiesto destinado a las Repúblicas Americanas trae agregados varios recortes periodísticos, de 1867, con comentarios del mismo Fernández tendientes a mostrar la corrupción y las violencias del gobierno mitrista en las provincias.  Así, por ejemplo, se adosa un recorte de un diario cordobés, de octubre de 1867, con el siguiente comentario: “La Provincia de Córdoba es la llave única de comunicación de las Provincias litorales con las mediterráneas, razón por la cual aquélla ha sido siempre reforzada por el unitarismo.  Mayores escándalos se han cometido que los que acaban de leerse”.

Otro de los recortes pertenece al diario “El Uruguay”, de la capital entrerriana, y versa sobre la intervención de Arredondo en las regiones andinas.  Tiene la observación que sigue: “De tal manera se expresa el periódico de Entrerríos propiedad del Gral. Urquiza.  Para su mejor traducción, téngase presente que el general Taboada es cómplice ciego del unitarismo; que Arredondo llevaba facultades extraordinarias, las mismas que Sandes en 1862 y 1863, cuando convirtieron las provincias en un vasto osario”.

La primera parte de la revolución tuvo principio de ejecución, en Santa Fe, durante la Navidad de 1867.  Los coroneles José Rodríguez, en la capital, y Patricio Rodríguez, en Rosario, encabezaban el movimiento federal contra Nicasio Oroño, cuyo proceso complicado escapa al marco de este artículo.  La conexión con López Jordán puede ser demostrada con documentos inequívocos.

El 18 de enero de 1868, a las 7 de la mañana, el coronel Patricio Rodríguez fecha una carta para López Jordán, en que no solamente le informa de los apuros en que se encuentra, sino que también le reclama: “Necesito, pues, su pronta y decidida cooperación con todo el esfuerzo, y con todo lo que pueda disponer para ayudarme, si es que no se ha de perder esta oportunidad.  No sólo su brazo, si no su dirección y su consejo necesito”. (3)

En Entre Ríos, en cambio, el movimiento programado no llegó a estallar.  Fue interferido, sin duda, por la campaña política para las elecciones de gobernador que debía efectuarse (y que se efectuaron) el 24 de abril de 1868.  Francisquillo Fernández se juega contra Urquiza a favor de la candidatura de López Jordán, pero pierde; y el 29 de abril, cinco días después de los comicios, terminó siendo cesanteado de su cargo en la Legislatura. (4)

Vayamos ahora al contenido del Manifiesto, inédito hasta hoy (5), de la nonata revolución federal jordanista de 1868.  Desde ya, nos interesa destacar, por sobre todas las cosas, su neto acento americanista y su hirviente posición contra la Triple Alianza.

Si Felipe Varela, en su histórica proclama de diciembre de 1866, seguramente redactada por el padre Emilio Castro Boedo, llamaba a “la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás Repúblicas Americanas”, el manifiesto jordanista acusaba al unitarismo de haber conculcado, entre otros principios, el de la “natural alianza con las Repúblicas Americanas”, al tiempo que hablaba en nombre de la “indisoluble y santa confraternidad Americana”.

De la misma manera, si el documento varelista de enero de 1868 llamaba a la contienda de la Triple Alianza “guerra premeditada, guerra estudiada, guerra ambiciosa de dominio” (6), la proclama del Litoral acusaba a los mitristas y sus cómplices expresando: “después de rechazar la confraternidad americana tan anhelada por las aspiraciones argentinas, el porvenir americano, ha celebrado la Triple Alianza, el asesinato político más villano que contra un pueblo registra la edad moderna, mil veces peor que el de Méjico!”.  Ideas y modos de expresión son los mismos.  Son comunes a una generación nacional y a un partido: el de la Confederación Argentina después de Pavón.

Hemos querido dar a conocer este valioso manifiesto jordanista de 1868, con el fin de que los estudiosos de nuestra historia cuenten con un nuevo elemento de juicio en lo que concierne a la posición republicana, anticentralista y americanista de esa corriente política nacional que tuvo, después de Pavón, el brazo armado de los Peñaloza, Luengo, Varela, Saá, Videla, Olascoaga y López Jordán, y contó con la pluma militante de los Navarro Viola, Guido Spano, Carriego, Hernández, Castro Boedo, Carlos J. Rodríguez, Francisquillo, Marcos Emilio Funes y muchos más.

Las montoneras del Oeste y las guerrillas de la Mesopotamia se movieron agitadas por banderas autonomistas y americanistas, creyendo vanamente que todavía esas banderas iban a ser enarboladas por el general Urquiza.  Esas banderas estaban, de todos modos, en “Atrás el Imperio”, de Miguel Navarro Viola; en “El Gobierno y la Alianza”, de Carlos Guido Spano; y en “Las Dos Políticas”, de Olegario V. Andrade, cuyos argumentos y razones recogió, ostensiblemente, el manifiesto jordanista de 1868, redactado por quien, en Basualdo y Toledo, había encarnado como ninguno, la decisión revolucionaria de no luchar contra el hermano pueblo paraguayo: Francisco F. Fernández, autor de la pieza política “La Triple Alianza” y agitador del gauchaje entrerriano.

Referencias

(1) Guillermo San Ramón a Marcos Paz, La Rioja, 14 de noviembre de 1867.  Archivo de Mitre, Guerra del Paraguay, Tomo VI.

(2) Mariano C. de Sarratea a Marcos Paz, Valparaíso, 11 de setiembre de 1867.  Archivo de Mitre, Guerra del Paraguay, Tomo VI.

(3) Archivo de López Jordán (Ernesto López Jordán, Mendoza).

(4) Fermín Chávez – Civilización y barbarie en la historia de la cultura argentina, Cap. VI, Ediciones Theoria, Buenos Aires (1965).

(5) Junio de 1966

(6) Manifiesto del General Felipe Varela a los Pueblos Americanos, Potosí, 1º de enero de 1868.

Fuente

Chávez, Fermín – El revisionismo y las montoneras – Ediciones Theoria, Buenos Aires (1966).

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