Sarmiento, los británicos y las minas

Domingo F. Sarmiento (1811-1888)

Don Domingo Faustino Sarmiento haría buena carrera, antes de llegar a la presidencia.  Si Bernardino Rivadavia había intentado entregar las riquezas mineras argentinas al capital británico, Sarmiento no le iría a la zaga.  La maniobra de Don Bernardino había fallado.  La montonera de Quiroga y la ascensión de Juan Manuel de Rosas al poder, había significado el retroceso circunstancial de las tentativas británicas.  Al consolidarse en el poder los hombres del mitrismo, los ingleses, en efecto, volvieron a concentrarse en su antiguo objetivo.

Sarmiento hizo “esfuerzos” de tanto “mérito”, como los de Rivadavia, para entregar nuestras riquezas minerales al capital extranjero.  Las minas de San Juan serían previamente inspeccionadas por el ingeniero Rickard, contratado especialmente a tal efecto por Sarmiento, en 1862, poco tiempo antes de constituirse las sociedades anónimas que debían concretar su explotación en beneficio de los accionistas de la City, y sus “socios”.  La “San Juan Mining Co.”, formada en 1862, tenía un capital total de 100.000 pesos (22.000 libras), integrado en acciones de cien pesos cada una; y acerca de la cual, desde Londres, el citado ingeniero Rickard le escribe a Mitre el 23 de abril de 1863, avisándole que ha comprado las maquinarias adecuadas “a fin de extraer la plata con economía y certeza” y que “con la ayuda del cónsul general M. B. Simpson Ey –editor del “Times”, controlado financieramente por Baring Brothers- hemos formado en Londres una gran compañía de los capitalistas más célebres y poderosos de Inglaterra, para explotar las minas no solamente en San Juan, sino en la República entera”.  El directorio local de la “San Juan Mining” estaba constituido por: Domingo Faustino Sarmiento, como presidente, Juan Anchorena, Mariano de Sarratea, Antonio López, Nicolás Vega, Ruperto Godoy, Manuel Moreno y otros, como vocales.  Interventores de la compañía eran Valentín Videla y Augusto Carrié y administrador de trabajos el ingeniero Francisco Rickard.  Sarmiento era Gobernador de San Juan; Juan Anchorena uno de los hacendados más ricos de Buenos Aires; Mariano de Sarratea, se encontraba en Valparaíso a cargo de la legación argentina; Antonio López, era un acaudalado minero de Copiapó; Nicolás Vega, que vivía en París, era agente de enlace con los banqueros europeos.  Godoy, Videla, Moreno y Carrié, eran “ejecutivos” y testaferros de la oligarquía.  Por último, Rickard, era el “Gran Maestre” minero.

Los intereses de la Sociedad sarmientina, se habían visto afectados por el pronunciamiento del Chacho.  Diría Sarmiento de la montonera, reproduciendo las “lamentaciones” de la prensa de San Juan, que él mismo inspirara: “La noticia de su vandálica excursión en las campañas de San Luis, nos llega al mismo tiempo que la carta del Presidente de la República a la “Sociedad de San Juan.

“Al mismo tiempo que Rickard desde París anuncia estar trabajando para San Juan; el día en que los carros de Moreno descargan las máquinas de amalgación de Videla, construidas en Buenos Aires (…) en Chile, capitales, compañías y barreteros, para trabajar nuestras minas (…) Nazar, Saá, Ontiveros, Carrizo, lograrán retardar esos bienes que van a hacer de nosotros un pueblo rico”.

Al producirse el pronunciamiento montonero –de los “lores del desierto”, como los llamaba el sanjuanino- las minas del noroeste argentino, las más ricas del país, con un sistema adecuado de comunicación, estaban en manos británicas.  En 1864, los primeros conatos montoneros interrumpen la explotación británica de San Hilario, San Juan, la más importante de Sud América.  La desocupación en las minas cunde.  Los ingleses traen sus propios técnicos y mineros, menos competentes que los nativos, pero más “controlables”, más “fieles” en tanto compatriotas y súbditos de S.M.B.

Los ingleses están satisfechos: muestras de mineral argentino obtienen una medalla de premio en la Exposición de París.

Pero la montonera conmueve a los explotadores invasores.  Por eso el presupuesto de la Provincia de San Juan, mientras Sarmiento es Gobernador muestra las siguientes cifras:

Vigilancia de Policía, $ 7.980; Vigilancia de Policía en Jáchal, $ 2.280; Vigilancia de Policía Valle Fértil, $ 628; Banda de Música, $ 6.640, Instrucción Pública, $ 8.368.

El temor a la montonera era lo que se manifestaba con evidencia en el presupuesto.  Por eso, los montoneros de Varela debían ser derrotados.

Con su derrota, volverían los ingleses.  En 1869, Rickard estimaba que la industria minera ocupaba 2.867 hombres y un capital de 1.500.000 piastras fuertes.  En 1870 se forma una compañía inglesa para explotar las minas de Gualillán, San Juan.  La presidencia de Sarmiento era una garantía, que los ingleses no desperdiciarían.

Los mineros británicos volvían así por sus fueros mineros, para desgracia de nuestra Patria.

Fuente

Peña, R. O. y Duhalde. E. – Felipe Varela – Schapire editor – Buenos Aires (1975).

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