Batalla de Cotagaita

Santiago de Cotagaita

El 7 de julio de 1810 el Ejército Expedicionario al Alto Perú, al mando del comandante Francisco Ortiz de Ocampo, secundado por el teniente coronel Antonio González Balcarce, partió desde los cuarteles del Retiro hacia esa región con el objeto de dar cumplimiento a las directivas emanadas de la Junta Gubernativa Provisional, que eran: a) Deponer las autoridades locales contrarias a ella; b) Hacer reconocer la autoridad de la Junta Gubernativa; c) Designar representantes al Congreso que se reuniría en Buenos Aires y d) Sofocar el movimiento contrarrevolucionario de Córdoba, encabezado por Liniers. 

Ambos jefes militares estaban acompañados por Hipólito Vieytes como comisionado político de la Junta y Feliciano Chiclana como auditor de guerra, quien alcanzó al ejército el 28 de julio en Fraile Muerto (actual ciudad de Bell Ville) y luego prosiguió escoltado hacia Salta, en donde fue nombrado gobernador intendente de Salta del Tucumán.

Las fuerzas enviadas estaban integradas por 200 Patricios al mando del teniente coronel Gregorio Ignacio Perdriel, Arribeños y Pardos y Morenos, siendo en total unos 1.150 hombres.

Cumplido el objetivo de abortar el movimiento de Córdoba, que culminó con el fusilamiento de Santiago de Liniers, las tropas patriotas, ahora al mando de Antonio González de Balcarce (1), y siendo Juan José Castelli el nuevo comisionado político, siguieron su travesía hacia el Norte engrosando sus filas a lo largo de la misma con los hombres aportados por el teniente coronel Juan Francisco Borges (2), denominados “Patricios de Santiago del Estero”, y con los gauchos que al mando del teniente Martín Miguel de Güemes se le incorporaron en Salta.  Finalmente cruzaron Jujuy y penetraron en el Alto Perú, a fin de lograr su objetivo final.

Con el fin de impedir la continuación del avance patriota, el general realista Goyeneche marchó hacia Tupiza, donde pensaba reunirse con las tropas de Chuquisaca y Potosí, comandadas por los respectivos gobernadores, Nieto y Paula Sanz; pero las sublevaciones de Cochabamba y La Paz, producidas a sus espaldas, le obligaron a regresar con las fuerzas a sus órdenes directas.  En conocimiento de dichos hechos, Antonio González Balcarce apresuró la marcha hacia el Norte.

Las fuerzas realistas se hallaban acantonadas en la Fortificación de Cotagaita.  Esta se hallaba al final de una especie de quebrada seca por donde pasaba el camino, el cual finalizaba en el río Santiago.  Este corre de oeste a este y divide dos cerros al norte, de otros dos al sur.  La población de Santiago de Cotagaita se halla hacia la costa norte.  Sobre dos elevaciones del terreno ubicadas una a cada lado del pueblo, los realistas emplazaron su artillería, y entre ambas elevaciones construyeron una muralla de piedra, a cuyo pie se hallaba un foso profundo por donde circulaba agua, producto del desvío de parte del río Santiago.  También se dispusieron cañones a lo largo de la muralla.

Los realistas tenían una fuerza de 1.300 hombres conformada por: Batallón de Puno; Dragones de Chichas; Lanceros de Cinti; Batallón Provincial de Potosí; veteranos del Real Borbón (restos del desmembramiento de las dos compañías de Patricios, enviadas por Cisneros para sofocar la revolución de Chuquisaca en 1809); Cuerpo de Voluntarios del Rey (formado con parte de las compañías de andaluces, montañeses y soldados del Fijo de Buenos Aires).  Más 10 cañones. (3)

El día 23 de junio de 1810, Nieto tomó conocimiento de la instalación de la Primera Junta, tomando el día 26 la medida de desarmar a las compañías de Patricios que había llevado a Chuquisaca el año anterior. Debido a que los soldados habían brindado la noche anterior por Cornelio Saavedra los supuso adictos a la revolución, destituyó a los jefes y quintó a los soldados enviando a trabajar al socavón de Potosí a aquellos que les cupo el número diez. (4)

Las fuerzas patriotas sumaban 600 hombres con 2 piezas de artillería.

El encuentro entre los dos ejércitos se produjo el 27 de octubre de 1810 frente a la fortificación de Cotagaita.  Siendo este la primera acción del Ejército Expedicionario al Alto Perú y el bautismo de fuego de las fuerzas patriotas.

Balcarce detiene su marcha a poco más de un kilómetro de las fuerzas realistas y, luego de observar el terreno, decide enviar a José de Córdoba y Rojas, a través del teniente coronel Santiago de las Carreras, una intimación a rendirse; la misma es rechazada rotundamente.

Ante esta situación Balcarce, siendo aproximadamente las 10 de la mañana, decide cargar contra el enemigo.  Los soldados se lanzan furiosamente una y otra vez contra la fortaleza, pero son rechazados por los realistas.  Finalmente, a las dos de la tarde, es convocada una Junta de Guerra, la que decide la retirada de los efectivos patriotas, fundamentalmente por la escasez de munición, insumos y caballería.  Esta se produce sin que los realistas intenten una persecución.  Las bajas propias fueron de 3 muertos y 6 heridos.

Balcarce da cuenta que el comandante Juan Ramon Urien, abandonó la pieza de artillería a su cargo, emprendiendo “una vil y vergonzosa fuga” del campo de batalla.

Los efectivos bajan hasta Tupiza, quedando a la espera de refuerzos para poder seguir con la campaña militar.

Parte de Antonio González Balcarce (texto original)

Exmo Señor.

El “27” me dirijí á atacar las fortificaciones enemigas en Cotagaita como lo verifique á las dies de la mañana, desde cuia hora, hasta las dos de la tarde se sostubo de ambas partes el fuego más activo que puede imaginarse pero reconociendo que no era posible penetrar hasta las trincheras enemigas, dispuse retirarme, lo que se efectuó con el mejor orden, sin que se atreviesen los contrarios á perseguirme, ni á salir uno solo de sus parapetos. En la misma tarde acordamos en una Junta de Guerra, que era indispensable retroceder á reforzarnos, proveernos de municiones de Artillería, subsistencias, y caballerías pues si tan extrema la escaces de estos articulos que no hay absolutamte. como poder operar por su falta: mi dirección á Suipacha, donde esperaré los auxilios indicados, y las superiores ordenes de V. E. para lo que debo executar.

El Capitan D. Santiago Carrera impondrá V. E. circunstanciadamte. delo ocurrido en dha. accion y delo demas que es preciso facilitar para volver á internarnos prontamte. como interesa.

Dios guarde á V. E. ms. as. Mashara 29 de Octre. de 1810. – Exmo Sor. – Antonio Gonzalez Balcarce.

Carta de González Balcarce desde Tupiza (texto original)

Exmo Señor.

Aunque con fha. del 29 del corrte. participé á V. E. que regresaba á situarme en Suipacha, tube el mismo día que variar de determinacion y dirijirme á resguardar esta Villa, por haber adquirido noticias de que los enemigos benian á posecionarse de esta, como efectivmte. lo intentaron aproximandose hasta pasar la cuesta de la Almona; pero entendiendo allí la entrada delas tropas demi cargo retrocedieron á sus fortificaciones de Cotagaita, sin que hasta ahora tenga noticia alguna de que traten de dexarlas para beuir á atacarme, lo que á mas tiempo puedo suceder, y así será mui oportuno que adelanten quanto sea posible los refuerzos qe. estan en camino, afin de asegurar cualquiera acción.

En la del “27” hemos tenido tres muertos y seis heridos; y mi retirada se verificó, no por que temiese una derrota, ni esperase un ataque que absolutamte no pudiese resistir; estaba á una corta distancia de los enemigos convencido ya de que trataban de defenderse á todo coste; la tropa se hallaba sumamte escasa de subsistencias y sin recurso alguno para remediarla; no tenia dinero para el pago de sus haveres vencidos; las Caballerias por momentos se acababan de donde deducia qe. hiba á encontrarme sin arvitrio para moverme, cuias circunstancias unidas al trabajo y cuidado que requería la conservacion de un punto donde era preciso estar con las Armas en la mano; me hicieron concevir que interesaba sacar de allí la tropa, pues había padecido mucho en los días anteriores, y era necesario redoblarse sus fatigas al paso que se aumentaban sus escaceses y miserias. Este ha sido todo el origen demi retirada; deviendo asegurar á V. E. que ni al entrar en la accion ni en el tiempo que duró, ni al de restituirnos hemos tenido el mas minimo peligro de ser atacados, pues no se ha visto salir una partida enemiga fuera de sus trincheras.

La tropa se ha portado con intrepidez y valor pues á llegado á Pecho descubierto á tomar agua y hacer fuego dentro del mismo rio de Santiago, vajo del de mosqueteria y Baterias enemigas: no lo he permitido atacar á Bayoneta, como lo solicitó repetidas ocasiones, reconociendo qe. hiba mucha parte de ella á sacrificarse: se ha retirado quando sele ha mandado sin confusion ni atropellamto., conteniendo siempre la Artilleria, cuios Soldados se han desempeñado completarmte.

El atolondrado y covarde comte. de Artilleria D. Juan Ramon Urien, dibulgando la voz de hallarse herido desamparó la Pieza que mandaba en el medio de la accion, y sin darme el más minimo conocimto emprendió una vil y vergonzosa fuga, biniendo por toda la Carrera vosiferando, qe. todo el exercito se habia perdido, y que quedaba el rio de Santiago cubierto de nuestros cadáveres.  Son incalculables los males que ha trahido este procedimt°. á que no puedo encontrarle principio; los Pueblos se intimidaron y salieron muchas familias fugitivas; los auxilios qe. me benian y que con tanta urgencia necesito, los hiso retroceder; y quando podía ya en el dia contar con toda la Artilleria, y refuerzos reunidos, y por consiguiente en estado de permanecer con completa seguridad aun me veo constituido á tener que sostener algun ataque con notable desigualdad.

La llegada aqui de V. E. y de todos los auxilios qe he solicitado por conducto del Capitan D. Santiago Carrera, son de la mayor importancia: es preciso aprovechar los momentos antes qe bengan las aguas próximas: no se puede subsistir en estos Pueblos, por que no hay absolutamte con qe mantenerse, y vajo este concepto si la Expedicion no ha de pasar adelante prontamte es indispensable designar otro punto para su Quartel gral.

Dios gue. á V. E. ms. as. Quartel gral de Tupiza “1°” de Novre. de 1810. — Exmo Sor. Antonio Gonzalez Balcarce. — Exmo. Sor. Dr. D. Juan José Castelli.

Carta de Juan José Castelli (texto original)

Exmo. Señor.

Dirijo á manos de V. E. el parte original que á noche á las nueve, recibi en esta parada del mayor general Balcarce por el oficial D. Santiago Carrera, que conforma con lo que instruí á V. E. por el parte de ayer, sin haber otra novedad que haber encontrado el oficial Carrera, ya en marcha, la artillería, municiones, mulas, y tropa que había hecho retroceder Urien.

A este oficial, á quien he hecho las reconvenciones generales sobre su conducta le tengo impuesto arresto, y sin embargo de que está conocidamente enfermo, le hago seguir la marcha á la vanguardia para ser procesado y juzgado.

En consecuencia considero, que aunque pueda absolver, los cargos, que lo hallo imposible, por la enfermedad que tiene no debe servir; y así es preciso sustituirle un oficial de su clase, el mejor que pueda venir de esa. No me atrevo á determinar el que sea; pero si exijo que venga tan pronto como un correo. Entretanto he mandado venir de la retaguardia en posta á el oficial Pereyra de Lucena, que accidentalmente se encargará de la artillería, y será servida de los unicos oficiales que hay para las ocho piezas, á saber Pereyra, Villanueva, Puche, Giles, y Martinez. Faltan artilleros, que deben venir de allá al menos en número de 20 para reemplazo de los que fallen: porque aquí no hay como suplirlos.

Demas de las reiteradas disposiciones, y ordenes dadas para la artillería, municiones, pertrechos, tropas, y mulas de la retaguardia, las repito hoy para que aceleren la marcha en mi alcance al quartel general para donde me dirijo.

El adjunto impreso, que remito por lo que puede convenir á V. E. su conocimiento y publicacion de su critica, es remitido por el mayor general Balcarce á quien lo pasó el comandante de Cotagaita D. José de Cordoba por medio de D. Santiago Carrera quando fué á parlamentar é intimar la rendicion antes del ataque del 27, en cuyo acto tubieron largas discusiones sobre los asuntos del gobierno.

Conozco que en habiendo dos accioncillas nos quedamos sin municiones de artilleria pues no hay otras que las que llegarán en la retaguardia. Tengo á la vista el estado de ellas que me pasó la Junta de Comisión, pero como no distingue los destinos, ni se hace cargo de consumos no me sirvo por ahora de esa noticia. Espero tenerla mejor y determinar las que deban remitirse para avisarle á V. E.

Dios guarde á V. E. muchos años – Hornillos á la mañana 2 de Noviembre de 1810 – Exelentisimo Señor. – Da. Juan JosÉ Castelli. – Exma. Junta Gubernativa de Buenos Ayres.

Referencias

(1) Francisco Ortiz de Ocampo fue relevado como comandante del Ejército Auxiliar, por negarse a fusilar a su antiguo camarada de armas. 

(2) Borges ayudado por uno de sus más íntimos amigos, Germán Lugones (padre del coronel Lorenzo Lugones), empezó a reclutar gente, que uniformó y equipó a costa de su peculio, tan pronto tuvo noticias de la preparación de la empresa libertadora confiada al coronel Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, de modo que cuando éste llegó a la jurisdicción de Santiago del Estero, el comandante Borges pudo presentarle 367 hombres perfectamente organizados, que se incorporaron a los expedicionarios con el nombre de “Patricios de Santiago del Estero”, los que se batieron en Suipacha, así como también en Tucumán y Salta.  En los desastres de Vilcapugio y Ayohuma perecieron casi todos los santiagueños, después de haberse batido con denuedo.

(3) Con el objeto de sofocar la revolución de Chuquisaca del 25 de mayo de 1809 y el movimiento de La Paz del 30 de julio del mismo año, el virrey Cisneros, el 14 de octubre de 1809, hizo partir desde Buenos Aires un contingente al mando del mariscal Vicente Nieto y del capitán de fragata José de Córdoba y Rojas.  Las fuerzas estaban integradas por dos compañías de Patricios al mando del capitán Diego Basavilbaso, una de Arribeños, una de Montañeses y otra de Andaluces, un piquete de marinos, artilleros, Húsares del Rey y piquetes de veteranos del Fijo.  Se llamaba regimiento “Fijo” a las unidades existentes en todas las ciudades españolas en América, Africa y la misma España, cuya misión era defender la plaza a la cual pertenecían.  El Regimiento Fijo de Buenos Aires se encontraba desde hacía muchos años en el más lamentable estado, como lo demuestra Carlos Roberts al indicar que a principios de siglo, el mismo tenía 72 soldados y 94 oficiales, todos carentes de la más elemental instrucción, equipo y disciplina.  En realidad los “Patricios” y los “Húsares del Rey”, estos últimos al mando del coronel Martín Rodríguez, fueron las únicas unidades que se mantuvieron organizadas y agrupadas al completo desde las invasiones inglesas y desde entonces comenzaron a percibir sus sueldos, el cual para el personal de tropa ascendía a 14 pesos, suma considerablemente elevada para la época.

(4) Urcullu, Manuel María – Apuntes para la historia de la Revolución del Alto-Perú, Hoy Bolivia. Autor Manuel María Urcullu. Publicado por Impr. de López, 1855. pág. 45.

Revista del Pacífico. Pág. 389. Publicado por Impr. y Librería del Mercurio de Santos Tornero, 1860.

Fuente

Alvarez, Ignacio – Noticias Históricas de la República Argentina, en Biblioteca de Mayo, página 402.

Portal www.revisionistas.com.ar

Scunio, Alberto D. H. – Patricios – Círculo Militar – Buenos Aires (1967).

Yaben, jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).

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