Manuel Mateo Masculino

Manuel Mateo Masculino, óleo de Charles H. Pellegrini

Nació en villa de Medina del Campo, Castilla la Vieja (España), en el año 1797. Era hijo de Antonio Masculino y de Antonia López. Siendo muy joven recibió esmerada educación e ingresó al Real Cuerpo de Guardias de Corps, en Madrid, donde alcanzó el grado de alférez de caballería.

En el arsenal de Cádiz aprendió a construir los tragaluces para los barcos con astas de vacuno, trabajados y pulidos. Luego solicitó la baja y se trasladó al Río de la Plata llegando en abril de 1823, cuando contaba 26 años. Después de una breve estadía en Montevideo, ciudad donde dejaría sus emprendimientos comerciales a cargo de uno de sus hijos, arribó a Buenos Aires e instaló una fábrica de peines de marfil y peinetas de carey, de gran moda en aquella época, en la calle Potosí (hoy Adolfo Alsina) Nº 40, próxima a San Francisco. Las ventas las realizaba en la misma fábrica y en su tienda de Victoria 9, más adelante abrirá otra boca de expendio en el depósito de la calle Chacabuco.

Puede dar una idea de la fabricación la descripción del taller de Masculino realizada por González Garaño: “Los primeros obreros a quienes enseñó (Masculino) fueron españoles y mulatos libres que convertidos luego en capataces o jefes de taller, enseñaron a su vez a los negros esclavos las diversas artes y trabajos. La fábrica pudo contar, al cabo de un tiempo, con 106 esclavos negros, hombres y mujeres y niños. Muchos de estos esclavos resultaron eximios artífices como cinceladores, burilados, esmaltista en colores, engarzadores, dibujantes, etcétera”.

El mismo Masculino, en 1823, informa en su aviso publicitario del Argos de Buenos Aires que “su taller contiene diez operarios que pueden trabajar diariamente cien docenas de peines y peinetas de toda clase y vende a precios muy cómodos en su tienda de San Francisco para el colegio de media cuadra, calle Potosí, número 40 (…) en su facultad e inventor tanto en su arte como en máquinas de profesión con las cuales facilita el trabajo al punto que un joven haga con perfección lo que cuatro buenos maestros. Tiene otras máquinas para cortar horizontal, en forma de abanico, ovalado con las que hace tan finos y calados que son inexplicables por su variedad. Hace también que un joven paseando, con solo el cuidado de poner y sacar tablitas, corte en ocho minutos doce peines de marfil finísimos, saliendo ya por un lado con lustre. Posee además otras varias máquinas que triplican el trabajo a estas diarias y manifestara con oportunidad en razón de su importancia como que se manejan con facilidad y producen con prontitud lo que seis operarios con toda perfección: son portátiles para llevar en el bolsillo y corren con países extranjeros en las que según el mérito ganan en premio y patente”.

El peinetón impactó fuertemente en la sociedad y su uso derivó, entre otras cosas, en una intensa producción literaria, gráfica, artística y periodística tanto a favor como en contra del accesorio, así como también impulsó la aplicación de insignias representativas en su dilatado cuerpo como instrumento de la propaganda federal y la creación de infinidad de modelos que, gracias al cuidado que tuvieron sus usuarias, aún pueden verse en los museos. El nuevo accesorio nació en el Río de la Plata (Buenos Aires y Montevideo). Es en Buenos Aires donde adquiere su dimensión y recibe el superlativo peinetón.

En un primer momento, el peinetón fue aceptado, pero, más adelante fue criticado por un amplio sector de la población. Las posturas de descontento fueron vehiculizadas en una abundante producción escrita: versos populares, poesías eruditas, litografías caricaturescas, cartas de lector, notas y editoriales de prensa. Tal oposición no tuvo el efecto deseado, sino, por el contrario, reforzó el decidido apoyo de la mujer. La resistencia desplegada sobre la cabeza femenina implicó cierto desafío a lo establecido y, por otra parte, conformó el mejor estandarte de la causa federal.

Hacia 1834, Masculino logró sus mejores peinetones, con dibujos e incrustaciones que revelan sus condiciones técnicas y aptitudes artísticas. Estos peinetones solían llevar leyendas alusivas, y durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas muchos exhibían su retrato.

Peinetón de carey con el perfil del Restaurador (Museo Saavedra)

Masculino no tuvo el monopolio de la técnica empleada sino que el peinetón fue el trabajo de muchos fabricantes que trabajaron en la ciudad. La Guía de Forasteros consigna los siguientes fabricantes extranjeros: Masculino, Rousseaux, Videla y Gadet, Bracco, Compagner y Carboni, en Catedral 55, Fresco en Corrientes 87, Larroca en Catedral sin número, Sota en Chacabuco 18 y de J.J. M. Clark. Dice la Gaceta Mercantil del 1º de julio de 1831: “Dada la incidencia de los precios, Manuel Masculino, activo comerciante y mejor publicitario de sus productos, informa a la población que gracias a la mejora de sus maquinas ha logrado reducir el costo de sus peinetones, se ofrecen ahora rebajados entre 5 a 50 pesos”.

En mayo de 1832, 40 Masculino liquida su comercio de la calle Potosí Nº 40 por conclusión de cuentas, para mudarse a la calle Universidad Nº 2.

Dice Eduardo Schiaffino: “Don Mateo Masculino es el glorioso inventor del peinetón de carey calado como un encaje. Fue Masculino todo un artista enamorado de la gracia porteña, y a su servicio puso una peineta andaluza, maciza en forma de tejuela, al ampliarla dándole un desarrollo de magnitud nunca vista, ni antes ni después, aligeró su sustancia, ya liviana de por sí, mediante una filigrana frágil como el vidrio. La moda era lujosa y aureolaba la cabeza”.

Masculino fue un exquisito artesano, mejor comerciante y el representante de un nuevo enfoque comercial que utilizó los medios masivos como herramienta privilegiada para promocionar su persona, publicitar sus productos, informar sobre sus movimientos comerciales, apertura y cierre de sus negocios, promociones de peinetones y reducción de costos. A todo esto se sumaron sus tácticas de venta aplicadas en sus locales comerciales, se dice que Masculino guardaba su última creación en una caja y esto provocaba una inmensa curiosidad entre sus clientas que desesperaban pidiendo que la abriera, ante los ruegos de sus clientas finalmente accedía a mostrar su última creación y el ejemplar era inmediatamente comprado.

Dice el viajero francés Alcide D’Orbigny: “Siempre hará que se distinga a una porteña del resto de las mujeres del mundo, un adorno especial, un adorno a que tienen como a la vida, o casi me atrevo a decir más que a ella: es una inmensa peineta que parece un abanico convexo, más o menos precioso, y más o menos adornado, según rango y bienes de quien la lleva”.

Litografía coloreada de César Hipólito Bacle (Museo Saavedra)

En el Museo Saavedra, en el Nacional de Bellas Artes y en el Museo Colonial e Histórico de Luján, se encuentran algunos de esos peinetones que tenían más de 60 cm, en su ancho mayor, asimismo, en el último mencionado se hallan las cuatro estatuas de mármol que simbolizan las cuatro estaciones, y que el próspero comerciante hizo traer de Barcelona, para engalanar los patios de su residencia, en la calle Venezuela 730.

En mérito a su posición respetable, fue designado comisario honorario de Policía, en marzo de 1852, cargo que ejerció hasta agosto del mismo año.

Murió en Buenos Aires, el 22 de julio de 1859. Estaba casado con María Jesús Escudero, con quien tuvo cuatro hijos: Marta, Adela, Margarita y Manuel Bernardino.

Los peinetones de Masculino fueron reproducidos en las litografías coloreadas de César Hipólito Bacle, en uno de sus cuadernos de la serie de Trajes y Costumbres de la provincia de Buenos Aires, publicada entre 1833 y 1836. Una colección de valor la poseía Celina González Garaño, que en 1963 fue donada por sus deudos al Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco, de Buenos Aires.

Dos retratos de Masculino, el de su esposa y otro de su hijo Manuel Bernardino, célebre por su belleza, fueron ejecutados por el ingeniero Charles H. Pellegrini

Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino, Buenos Aires (1975)
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
González Garaño, A. B. – “Una típica moda porteña: los peinetones creados por Manuel Masculino”, La Prensa, 1º de enero (1936).
La Prensa, 11 de octubre de 1958
Perri, Serafina – Cuando volaban peinetones en la Alameda, UNSAM (2016)
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Schiaffino, Eduardo – Recodos en el sendero, París (1926)

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