Angelo Roverano

Confitería del Gas

Angelo Roverano nació en 1850 en la región de Liguria (Italia), siendo hijo de Francesco Roverano y Teresa Marengo. Vino al país con su padre y sus hermanos Pietro, Pasquale y Vincenzo, en el vapor “Génova”. Desde joven se dedicó al comercio. Emprendedor y afortunado tuvo en la esquina sudoeste de Bolívar y Victoria (hoy Hipólito Yrigoyen) una sastrería o negocio de ropas de lujo, siendo también el fundador propietario de la “Confitería del León”, instalada en 1857 (aunque hay quienes sostienen que la fundación se remonta al año 1850). La misma se hallaba en la actual calle Bartolomé Mitre, entre Esmeralda y Suipacha. Posteriormente, antes de 1900, se mudaron a la esquina de Suipacha y Rivadavia, enfrente de la recientemente creada Compañía del Gas, que empezaba a iluminar Buenos Aires.

Confitería del Gas

Don Francisco y sus hijos innovaron con la idea de colocar dos grandes faroles a gas en la puerta. De inmediato se convirtió en la atracción de la zona y se popularizó el nombre Confitería del Gas, que los Roverano adoptaron con claro criterio comercial.

El tipo de iluminación hizo que captaran la mejor clientela de la noche; incluso, han tenido cierto protagonismo en un sonado caso policial: Enrique Ocampo tomó unas copas de más en la Confitería del Gas antes de partir rumbo al fatal destino que le impuso a Felicitas Guerrero.

Los Roverano mantenían una muy cordial competencia con un café situado a una cuadra de distancia, en la misma manzana: el Tortoni, ubicado desde 1858 en la esquina de Rivadavia 801 y Esmeralda, donde ahora se encuentra la plaza Roberto Arlt. En 1880, cuando el Tortoni se instaló enfrente, en Rivadavia 826, los Roverano se mudaron a la esquina que dejaron sus colegas.

Interior de la Confitería del Gas

Célebre por sus masas, que convocaban a las señoras a la hora del té, la Confitería del Gas mantuvo un lugar de privilegio en las preferencias de los porteños durante décadas.

Los Roverano dejaron el negocio en manos de sus primos Capurro y Marini (hijos de Catalina y Blanca Roverano), y, en 1901, Juan y Angel Marini quedaron como únicos sucesores.

La confitería cerró sus cortinas en mayo de 1961 y en abril de 1964 se demolió el histórico edificio.

Pasaje Roverano

Con su hermano Pascual hizo construir en 1878, un edificio de dos plantas, con actividades diferenciadas, cerca del Cabildo en la Avda. de Mayo. En planta baja funcionaba una galería con locales destinados en su mayor parte a servir de estudio a escribanos y abogados, dada su vecindad con los Tribunales, situados entonces en el Cabildo. En el nivel superior, destinado a vivienda, las habitaciones del fondo, que cayeron bajo la traza de la Avenida, se destinaban a renta. Producida la apertura de ésta, el edificio quedó sin fachada sobre el nuevo boulevard hasta 1912, año en que el arquitecto Eugene Gantner dio comienzo a las obras de remodelación que, concluidas en 1918, transformaron al inmueble en un pasaje con tres subsuelos, planta baja y seis pisos.

Por resolución especial de la Municipalidad del 30 de julio de 1915, se autoriza a Roverano a construir una comunicación entre el edificio y la estación de subterráneos Perú, contando con el aval de la Compañía de Tramways Anglo-Americana. Así hoy desde el centro del pasillo de planta baja es posible verificar dicha comunicación, aún en uso.

Pasaje Roverano, entrada sobre la calle Hipólito Yrigoyen

El Pasaje Roverano, con programa de escritorios para renta, contó para su construcción con materiales importados, mano de obra y factura de excelente calidad, como lo atestiguan sus vitrales, sus vidrieras curvas y las originales carpinterías de bronce de los locales de planta baja, en que una media caña estriada se enriquece con cintas y hojas de laurel en un trabajo que aún se conserva.

Cuando se decidió el trazado de ese boulevard Roverano cedió gratuitamente a la Municipalidad 135 metros cuadrados del terreno que le pertenecía. En esa época actuó en una de las comisiones de Vecinos Mediadores, y el gesto de los hermanos Roverano fue premiado por el intendente Dr. Francisco Pinedo, el 9 de julio de 1894, haciéndole entrega de una valiosa medalla recordatoria. La primera puerta pública que se abrió en la Avenida de Mayo fue la del Pasaje Roverano.

Pinacoteca

Hombre de elevados gustos, su pinacoteca acumulo tesoros de nombradía, y donó muchos de sus cuadros y objetos de arte al Museo Nacional de Bellas Artes, cuyo nombre lleva una de sus salas.

En 1906 se concreta la primera donación de dieciséis pinturas y dibujos que Roverano decide legar a la Academia Nacional de Bellas Artes. Ante los méritos de las obras, el entonces Director de la Academia Nacional, Ernesto de la Cárcova, decide que algunas de ellas pasen a integrar el patrimonio del Museo Nacional.

Roverano también efcctuó donaciones de arte público para ornamentar la ciudad. En este sentido, en 1907 regala tres obras del escultor francés Eugéne Guillaume para que sean colocadas en una plaza pública de la ciudad.

En 1910, se concreta su más importante donación de arte. En vistas a la celebración del Centenario decide ceder las obras para que pudiesen “figurar en alguna de las exposiciones parciales”.

El total de obras de la colección Roverano cedidas al Museo Nacional asciende a una centena, entre la que se incluyen una selección de las originalmente destinadas a la Academia Nacional de Bellas Artes. El conjunte de obras se compone prácticamente en su totalidad de artistas contemporáneos, siendo la mayor proporción de firmas francesas y españolas, con treinta y ocho y treinta y cuatro obras respectivamente y en menor medida de otras nacionalidades: trece obras italianas y el resto dividido entre producciones holandesas, belgas, alemanas y americanas, éstas últimas con dos pinturas del artista peruano activo en París, Daniel Hernández, y una del argentino Emilio Artigue.

La voluntad de ceder y donar parte de las riquezas adquiridas también surge como una constante, una suerte de retribución de Roverano para con el país que le ha posibilitado el crecimiento económico.

A fines de 1902, dona dinero a la Sociedad de Beneficencia y al Hospital Italiano, al respecto el Diario La Nación destaca. “El donante es un vigoroso arquitecto de la fortuna. Partió de los orígenes más modestos, y piedra por piedra, fue levantando su propio edificio. Hoy, que lo tiene terminado y descansa de las fatigas de la labor, levanta á su frente una enseña noble y tan hermosa como la de las estas donaciones, que llevan en sí el límpido brillo de la más pura filantropía“.

El oro de Roverano

Bóveda de la familia Roverano en el Cementerio de la Recoleta

En una fecha cercana a 1880 los Roverano deciden construir un panteón familiar en el cementerio de la Recoleta (Ciudad de Buenos Aires). La tumba de la familia Roverano se distingue por una estatua que simboliza al inmigrante llegado a estas tierras con voluntad de labrarse un porvenir. El casco del navío lleva la inscripción “Ayúdate”. La bóveda la mandaron a hacer en Génova y vino desarmada. Un señor con ropa de campesino, con camisa y pañuelo al cuello representa la inmigración.

Por algún raro designio o porque ya no quedaba espacio en el cementerio de la Recoleta, donde apellidos ilustres ocupaban casi todo, los Roverano se mudan al popular cementerio de la Chacarita. No obstante deciden hacer un panteón digno de reyes, no tanto por el tamaño sino por lo que había dentro.

Su construcción duró diecinueve años, y su costo alcanzó cerca de un millón de pesos, según estimación de la época (aprox. 4.400.000 dólares actuales). Roverano estaba ligado al afamado escultor italiano Leonardo Bistolfi (1859-1933) quien va a tener una labor fundamental en el sepulcro familiar que manda construir.

En 1928 la historia del valor de la suntuosa bóveda era publicada en el diario Brooklyn Daily Eagle Newspaper. La noticia no tardó en llegar a Buenos Aires y reavivó la discusión sobre la misma. En 1929 el periodista Ernesto de la Fuente de la revista Caras y Caretas develaría el misterio publicando un extenso relato con fotografías, que abría conseguido al ingresar con la ayuda cómplice de un cuidador del cementerio:

….El tema fue que en 1901, apenas a un año de haberse iniciado, quien abandonaba el mundo de los mortales era Pascual. ¡Cuánta tragedia para el pobre Angel! A quien la pérdida de su último hermano no hizo más que acentuarle su fe católica. Religión que, mármoles, bronces y oros mediante, habría de convertirse en pura alegoría. A su juego lo llamaban a Bistolfi, exponente del simbolismo italiano a quien Angel le gatillara alrededor de 30.000 dólares. ¡Pavada de cachet! Vaya imaginando, entonces, el monto total de la magnífica sepultura. Esa que don Angel llegó a pagar con lo justo. ¿Contaba entonces con poco dinero? Nada de eso, el último sobreviviente de los Roverano contaba, aunque sin saberlo del todo, con poco tiempo.

Bóveda de la Familia Roverano en el Cementerio de la Chacarita

Dorado paraíso

Usted no lo irá a creer; pero lo cierto es que Angel muere tan sólo un año después de la culminación del sepulcro (¡y a dos de haber sido inaugurado del pasaje!). Casi como si hubiera esperado a que todo quedase listo. Y, como buen anticipador de los hechos, dejó dicho en su testamento que, una vez consumada su muerte, la bóveda habría de ser clausurada. Para ello, las puertas laterales que conducían al interior del sepulcro -allí donde serían arrojadas las llaves- debían ser amuradas con piedra negra pulida. Sin embargo, y por decisión de familiares residentes en Italia, aquella voluntad no fue cumplida. Motivo por el cual, nueve años más tarde, en 1929, la Revista Caras y Caretas, ante el misterio y vocifero que había generado la minuciosa construcción del recinto, decidió emprender una reveladora expedición hacia este mojón cementeril. Y menuda fue la sorpresa que se llevaron los periodistas abocados a tal misión. Es que al primer vistazo, la sepultura tenía más pinta de monumento en ruinas que de colosal mausoleo: trozos de piedras dispersos y una columna trunca, cuya presencia suele indicar una muerte joven o vida interrumpida (¡recordemos aquello del simbolismo y las alegorías!), antecedían a una superficie de granito coronada por un alto relieve de mármol. Junto a este último, una femenina figura de bronce representaba el dolor. Claro que la historia no terminaba allí: la verdad de la milanesa, o del millón de pesos que costó aquella obra (para entonces, algo así como 500.000 dólares de la época sea 300 Ford A), yacía bajo tierra. Ingresando por las laterales puertas, un mundo subterráneo digno del asombro aguardaba a ser descubierto: escaleras de mármol conducían al subsuelo donde yacían los seis sarcófagos de los Roverano; mientras los mosaicos de las paredes, aquellos que relucían oro macizo en un 90%, acompañaban el descenso. Sí, sí. Así como lo oye. Oro puro y reluciente que, con su tercio de milímetro de espesor, destellaba en los muros y hasta en la cúpula de aquella sala de descanso sagrado.

Interior de la bóveda del Cementerio de la Chacarita - Fotografía de Caras y Caretas

¿Qué si tamaña riqueza subterránea no ha alcanzado divulgación acorde a su magnitud? Tal vez. ¿Qué si las hoy sí tapiadas puertas de acceso agigantan el misterio del majestuoso sepulcro? Quizá. Por lo pronto, desde estas líneas compartimos con usted una historia digna de curiosos, de esas que cultivan tanta intriga como inevitable sorpresa. Y que, tantos años después, incita a la pregunta del millón…y en el más literal de los sentidos. ¿Oro está? Bien escondidito y resguardado, aún hoy sigue brillando.”

El 14 de septiembre del 2006 la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires sancionó con fuerza de Ley:

Artículo 1°.- Declárense Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires conforme a lo dispuesto en la Ley N° 1.227, art. 4°, inc. c) a:

a) Del Cementerio de la Chacarita: el mausoleo de Pascual y Angel Roverano, ubicado en Sección 9, Manzana 4, entre calles 30 y 33. SMTS: 9-4-9-36 A 40 y 16 A 20….

Aparentemente nadie investigó ni inventarió lo que había dentro, si es que algo quedaba, cuando por decreto fue incorporado a la lista de monumentos nacionales.

Angelo Roverano falleció en Buenos Aires, el 1º de octubre de 1921. Estaba casado con Adelaida Delalande Sacristain. Sus restos descansan en la fastuosa bóveda del Cementerio de la Chacarita.

Fuente
Baldasarre, María Isabel – Emergencia y consolidación del coleccionismo de arte en Buenos Aires en el proceso de construcción del campo artístico (1880-1910) -Buenos Aires (2004)
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1983).
De la Fuente, Ernesto – Familia Roverano, ¿oro está? – Caras y Caretas, Buenos Aires (1929).
Efemérides – Patricios de vuelta de Obligado
Llanes, Ricardo M. – La Avenida de Mayo – Buenos Aires (1955).
Moroy Alberto – Ignorado tesoro en un sepulcro – El País, Montevideo, Uruguay.
Portal www.revisionistas.com.ar
Sergi, Jorge F. – Historia de los Italianos en la Argentina – Editora Italo Argentina, Buenos Aires (1940).
Solsona, Arq. Justo; Hunter, Carlos – La Avenida de Mayo, un proyecto inconcluso – Buenos Aires (1990).
Turone, Oscar A. – El oro de Angelo Roverano, Buenos Aires (2020)

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