Johann Joseph Auweiler

Johann Joseph Auweiler (1832-1911)

Conocido como Juan José Auweiler, nació en Merkenich (Nordrhein-Westfalen), cerca de la ciudad de Colonia, Alemania, el 3 de octubre de 1832. Fueron sus padres Gottfried Auweiler e Isabelle Weinreis. Hizo estudios clásicos en el Seminario de Rolduc, y luego de cuatro años de medicina en el Colegio de Düren, convencido de su vocación religiosa, ingresó a la Casa de Jesús, establecida en Munster, Westfalia, en 1855. Antes de terminar el doctorado en teología, en 1862, fue elevado al presbiterado.

Llegó al país como misionero en setiembre de 1865, estableciéndose en el Colegio de la Inmaculada Concepción, en Santa Fe. Entre sus muchas tareas se contrajo a cuidar los intereses espirituales y culturales como los materiales de las colonias alemanas de Esperanza, San Carlos, San Jerónimo al Sud, Humboldt, Gruetti y Emilia. Fue el alma de Esperanza, y es muy probable que esa colonia se habría disuelto, sino hubiera sido por su empeño en sostenerla.

Dedicó especial atención a la educación de los niños y logró la fundación de una escuela en cada colonia. Se domicilió en una de las casas de los colonos, en ella administraba los sacramentos y visitaba otras colonias. Aunque fue el padre de la colectividad alemana, extendió su apoyo a franceses, suizos e italianos.

En 1866, contrajo una enfermedad como consecuencia de sus fatigas en el ejercicio de su apostolado; por ello, se le relevó del cargo y se lo envió a Buenos Aires para restablecerse.

En 1867, predicó una misión en Baradero, y luego pasó a ejercer el curato de la colonia de Esperanza. Su arribo a Santa Fe coincidió desgraciadamente con la aprobación de la ley de Matrimonio Civil, por las cámaras provinciales, obra del entonces gobernador Nicasio Oroño. Como el obispo condenó esa ley y ordenó que se leyera en todas las iglesias el edicto respectivo, Auweilier cumplió con su deber y desairó al gobernador. Oroño dispuso entonces que 50 soldados lo tomasen preso en Esperanza, pero contando con el apoyo de los colonos se ocultó, lo que hizo difícil cumplir la orden hasta que el pueblo se aquietó.

En esa región trabajó intensamente por muchos años. Durante la epidemia de cólera que asoló Rosario, Santa Fe y Esperanza, en 1867, atendió a los enfermos, y recorrió a caballo su parroquia de día y de noche. En una relación de aquellos sucesos, confesó él mismo, que estuvo varias veces tan desfallecido que creía sucumbir.

Auxilió a los moradores heridos de Los Sunchales por la invasión de los indios salvajes. El testimonio de Auweiler fue transcripto por el historiador esperancino Pedro Grenón, y es uno de los registros más desgarradores que existen sobre las consecuencias de dicho ataque:

La tercera parte de sus moradores fueron asesinados, otros tantos heridos más o menos gravemente, y los que se salvaron sólo lo obtuvieron abandonándolo todo, y refugiándose en el Cantón militar, puesto para custodia y seguridad de aquella región, aunque sirvió de poco en esa emergencia.”

Llegó a Los Sunchales, y el espectáculo que se ofreció a su vista fue, a la verdad, desgarrador. Las casas abandonadas y desiertas mostraban por todas partes señales evidentes de matanza, por los regueros y aun charcos de sangre humana que teñían los umbrales y el pavimento. Todo eran ruinas, restos de incendio, objetos destrozados y silencio de muerte. Fue al Cantón militar, situado cerca, y allí encontró los pocos habitantes que habían podido librarse del degüello general, muchos de ellos heridos, los cuales todos, temblando de miedo, temían de un momento para otro una segunda invasión de calchaquíes, que acabase con ellos.”

El Padre auxilió como pudo a los enfermos con medicamentos, sirviéndole entonces a maravillas sus conocimientos de medicina, y a los sanos con palabras animosas, exortándoles a repeler el nuevo ataque si se ofrecía, o a buscar algún medio para evadirse del peligro pues desgraciadamente muy poco podía esperarse de los 15 o 20 soldados de guarnición que formaban el Cantón o piquete de avanzada, ya que además de ser casi todos ellos homicidas o ladrones, que por sus fechorías habían sido colocados en aquel sitio de peligro, más como confinados que como representantes del derecho, se hallaban sumamente escasos de municiones por haberlas gastado en sus cazas de avestruces y de gamos“.

Quiso Dios que los indios no repitiesen la visita, y así, habiéndoles atendido corporal y espiritualmente, en cuanto alcanzaban sus fuerzas, volvió el P. Auweiler a sus colonias, en donde era ya esperado con angustiosa impaciencia, pues cualquiera desgracia podía temerse por él, dadas las noticias que llegaban de Los Sunchales y que, como siempre sucede, todavía eran más negras que la misma realidad”.

En 1869, combatió la viruela que atacó a las colonias, de la que se contagió.

A raíz de la visita que hizo en enero de 1870 el presidente de la República, Domingo F. Sarmiento a Santa Fe, quiso conocer la colonia de Esperanza, quien lo recibió con gala, realizándose un banquetee en la escuela del padre Auweiler, a quien se invitó. En su brindis, Sarmiento habló sobre escuelas y educación en términos que escandalizó a los católicos, motivo por el cual el P. Auweiler le habló con tanta libertad que deshizo sus argumentaciones, e impresionado retiró sus erróneas expresiones. Por indicación suya, Sarmiento reunió a los principales representantes de la colonia y públicamente manifestó su aprobación y cálido apoyo a las escuelas católicas fundadas por el padre jesuita.

Fue enorme la labor que desarrolló Auweiler, levantando iglesias, fundando escuelas parroquiales en número de cinco, abriendo hospitales, y dando unidad a las colonias germánicas.

En 1878, fue destinado al Colegio del Salvador de Buenos Aires, y desde entonces, acompañó al Arzobispo, Dr. Aneiros en sus giras pastorales, en las que contribuyó a muchas conversiones sobre todo entre los indios.

Fue heroica su actuación en los hospitales de Clínica, Muñíz, en casas de aislamiento, conventillos y lugares de miseria, donde remedió muchos males y consoló a los desamparados. Vivió consagrado al ejercicio de la caridad, y tuvo fama de virtuoso.

Falleció en Buenos Aires, el 17 de julio de 1911.

Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1968).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Grenón, Pedro S. J. – La ciudad de Esperanza (Provincia de Santa Fe). Historia documentada e ilustrada, Tomo I, Córdoba (1939).
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