Ana Rodríguez de Campomanes

El teatro en los tiempos de Rosas

Se cree que nació en Buenos Aires en la primera década del siglo XIX. Era de clase alta, huérfana, abandonada por su marido. Comenzó su carrera en el teatro Coliseo en 1816, como cantante de tonadillas (1) españolas. Pero su personalidad no era muy atractiva, por su escasa voz, sin ninguna escuela y su única habilidad estribaba en destacar la procacidad de muchas “letrillas” que entonaba. Posteriormente se dedicó al género lírico italiano y participó en dramas y comedias dramáticas.

El público de Buenos Aires era sumamente prejuicioso y no toleraba que aquellos actores y actrices que actuaban en los considerados géneros menores ocupasen luego papeles protagónicos en piezas dramáticas.

Cuando la Sociedad del Buen Gusto en el teatro (2) -dice el historiador Gesualdo- puso freno a esas licencias, la cantante que había perdido la oportunidad de sus éxitos con el público grueso, comenzó a desempeñarse como actriz.

En 1819, se representó en el Coliseo “El egoísta”, pieza cómica a beneficio suyo. En 1820, en la época de la anarquía, cuando las provincias se rebelaban contra Buenos Aires, ella lanzaba coplas hirientes a los provincianos. Entonces representó sainetes, y en 1821, intervino en “El hombre agradecido”, pero su papel exigía más astucia y menos atrevimiento, como lo criticó “El Argos” (16. VI), agregando que esta señora aunque cantora de profesión, no sabía arreglar su voz a la sala donde cantaba o representaba, porque los sonidos demasiados altos o agudos herían u ofendían los nervios, como la luz demasiado resplandeciente.

El 30 de julio de 1821, estrenó una pieza patriótica histórica “La Batalla de Tucumán”, cuya función la dedicó al general Manuel Belgrano.

En 1823, formó parte de una compañía de opera, en español, actuando como soprano única. Al año siguiente, cuando el canto italiano de escuela la desplazó a la grosera canción española, la Campomanes estimulaba al populacho para que se pronunciase contra aquella circunstancia que le resultó favorable.

Juan Antonio Viera, hijo de una negra esclava, que obtiene la libertad enfrentando a los ingleses en 1807, estrenó con la Campomanes la primera de las comedias con música escuchadas en Buenos Aires. Entre 1826 y 1833 gozó de gran popularidad.

Campomanes era “una gritona insoportable, aturdía al público con sus chillidos”, pero trabajaba en papeles secundarios con bastante desenvoltura, particularmente, en los de criada de confianza, que son las que manejan la intriga. La chusma de Buenos Aires fue su admiradora, y desde la escena supo manejarla con rara habilidad, merced a gestos, ademanes e insinuaciones.

El 29 de setiembre de 1835, representó a su beneficio la obra “El buen gobernador o el Defensor de las Leyes”, como homenaje a Juan Manuel de Rosas, pero a pesar del tiempo inestable se llevó a cabo la función con poco éxito, constituyendo un fracaso. Ello le sirvió para usar de sus letrillas mortificantes con las que atacaba a los unitarios, denunciándolos.

Fue la que introdujo en las mujeres concurrentes al Teatro Argentino el uso de las grandes divisas con el retrato del Restaurador y la costumbre de considerar unitarias a las que dejaban vacíos sus asientos en las funciones de gala federal. Los guantes colorados que llevaban en el dorso el retrato de Rosas, y las canciones obscenas en donde figuraban las unitarias en los papeles más fuertes, fueron creaciones suyas.

La Campomanes era guitarrera, y cuando salía a la escena, instrumento en mano, no había quien no se rindiera a los encantos que la pasión política había creado en la imaginación popular. En 1836, publicó nuevos prospecto federales insultantes y enconados para su beneficio.

Trabajó con Juan José de los Santos Casacuberta en “García del Castañar”, y los Catón le dedicaron funciones como homenaje.

Sus caprichosas iniciativas ayudaban a la propaganda política. Su entusiasmo por Rosas era grande y caluroso. Este asistió a sus funciones acompañado de su familia, su séquito, y el Jefe de Policía Bernardo Victorica, recibiendo sendos obsequios por sus actuaciones.

En cuantos enredos hubo entre las gentes del Coliseo y el Victoria, allí estuvo la Campomanes temida por sus amigos y enemigos, debido al arma poderosa de su tonadilla, improvisada y alusiva, que manejaba como un puñal.

Fue una mujer fea, de plebeya inclinación, prototipo de la “guaranga”, que por su combatividad encontró cauce en el régimen federal, y se convirtió en su paladín teatral.

Ana Campomanes, la primera cantante arrabalera de nuestra escena, no sólo era buena actriz sino que bailaba y cantaba alborotando a los espectadores.

Ernesto Morales, en su Historia del teatro argentino afirma que fue: “La más procaz y sabia de cuantas actrices subieron a la escena. Ella con sus tonadillas soeces anima a los Parra, Troncoso, Cuitiño y Salomón que son sus rendidos devotos”.

A raíz del derrocamiento de Juan Manuel de Rosas se refugia en Montevideo donde, en fecha también incierta, se supone que falleció.

Referencias

(1) Es un género menor del teatro musical que surge a mediados del siglo XVIII que se interpretaba durante los intermedios o al final de un programa. Triunfó plenamente en los escenarios rioplatenses desde 1790.
(2) La Sociedad del Buen Gusto del Teatro fue fundada por el Director Supremo Pueyrredón, y a partir de ese momento, la música de ópera, reemplaza a las tonadillas y a las canciones de mal gusto. Asimismo, la guitarra es suprimida y en adelante la música será ejecutada por una orquesta formada por 18 profesores. La Sociedad ejercerá una función censora que antes ejercía el Cabildo y luego la Policía. Aconseja, por ejemplo cambiar “hembra” por “mujer” en los textos y advierte igualmente que las piezas teatrales pueden representarse libremente, con la prevención de que el cadáver no se manifieste al público en paños menores.

Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1983).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Pellettieri, Osvaldo – Historia del teatro argentino en Buenos Aires – Ed. Galerna, 2001.
Portal www.revisionistas.com.ar
Zayas de Lima, Perla – La escritura biográfica como relectura de la historia – 2007

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