Gaucho Federal

Soldado de Rosas. Óleo de Monvoisin, 1842

Al entrar en la ciudad no se puede dejar de admirar el pintoresco aspecto de la población y el porte libre con que los gauchos cabalgan por las calles. Su traje es muy atrayente. Usan calzones muy anchos de lienzo blanco llamados calzoncillos, hermosamente adornados de la rodilla abajo con calados, y a veces con un fleco de seda que cae sobre el pie. Un chiripá, un poncho de algún color brillante, atado alrededor de la cintura, y acomodado flojamente entre las piernas, en forma de grandes pantalones abolsonados; una corta chaqueta y un ancho cinto de cuero con carteras completan la vestimenta.

El cinto, llamado tirador, está asegurado atrás con cuatro o más hileras de patacones, y a él va sujeto un largo cuchillo, frecuentemente con vaina y empuñadura de plata. Sus botas, abiertas en la punta, son blancas y hechas con gran esmero con el cuero de la pata del caballo, sin costura; la abertura en la punta es por donde pasó la tibia del animal. Estas botas son engorrosas de hacer, pues hay que rasparlas y estregarlas con gran cuidado hasta quedar suficientemente delgadas y flexibles. El sombrero es un panamá de paja con ala angosta, rodeado por una cinta roja, y usan grandes espuelas de hierro o plata.

El uniforme de los soldados es bueno y sencillo y corresponde al que siempre acostumbran a usar. Llevan una camisa de lana roja, chiripá y gorro de cuartel también rojos, con bandoleras blancas. Son todos de caballería, pues no se puede esperar de un gaucho que vaya a ningún lado sin el caballo, aunque algunas veces son también utilizados en la infantería. Son generalmente muy buenos mozos, de aspecto salvaje, y su elegante y fácil manera de montar a caballo suscita admiración.

Los gauchos debieran ser vistos únicamente a caballo. Estriban largo sin depender de ninguna manera de los estribos; y como la montura (recado) toma la forma del lomo del caballo, se sientan en la posición en que un hombre lo haría si no tuviese silla ni estribos, exactamente como vemos los guerreros esculpidos en el friso del Partenón. Como en esa posición lo principal de la presión contra la montura se hace desde el muslo, parecen sentarse libremente sobre sus caballos porque la pierna y el pie que cuelgan dan esta apariencia, pero siempre están perfectamente firmes.

Generalmente, van con la rienda floja y no pretenden saber nada de lo que se refiere a poner el caballo en las riendas, o de las demás reglas de equitación que conocen nuestros jinetes. Muy rara vez el caballo los desmonta, pero cuando el animal hocica se mantienen enredando sus grandes espuelas bajo el cuero del recado. Si el caballo cae con ellos cuando galopan, con frecuencia encuentran el modo de caer parados.

Rosas fue reconocido el mejor gaucho de su tiempo, significando con ello que era el mejor jinete en un caballo chúcaro, y el más hábil tirador de lazo y bolas. Podía saltar sobre el lomo de un caballo salvaje en el momento en que se abalanzaba desde la puerta del corral, sin montura ni riendas, cabalgarlo y traerlo al corral. La montura llamada recado es, creo, peculiar de este país. Al principio no es agradable usarla, pero gusta a muchos cuando se han acostumbrado a ella y cabalgarán con recado un caballo que los tiraría con silla inglesa.

El oriental quiere a su caballo y lo trata bien, pero el gaucho lo descuida. Esto proviene, probablemente, del carácter de los caballos de las pampas y de su baratura. La misma razón lo vuelve cruel con el ganado, del cual parece pensar que es insensible.

Cuando arrea ganado a la ciudad para la matanza, el gaucho no tiene escrúpulos en desjarretar los animales cansados, y los abandona gimiendo en el camino hasta que tiene tiempo de volver a buscarlos. Frecuentemente he hallado cuatro o cinco en este estado en el curso de una milla, después de haber pasado una tropa por el camino.

Los caballos no son lo que en Inglaterra podríamos llamar buenos, pero sí muy tolerables, y generalmente agradables de cabalgar, con un galope largo muy cómodo una vez domados son muy dóciles, muy mansos, como dicen los nativos, porque a menudo sueltan cuarenta o cincuenta juntos en el corral; y en la ciudad los dejan esperando en la calle a la puerta de la casa con toda confianza. Se acostumbra cortarles la crin y dejarles solamente un mechón, que sirve de ayuda para montar. Las colas nunca se cortan, y el gaucho más vulgar pensaría. que es algo indigno montar un caballo de cola corta. Sus únicos modos de andar son el paso y el galope, y como ninguno trota bien, lo mejor es no intentarlo. Pocos están herrados, excepto en la ciudad.

(Relato de un viajero inglés, que recorrió nuestro país por 1832)

Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Elwes, Robert –“Tour Round The World”, Hurst & Blackett Publishers. Londres (1854)
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