Ottaviano Fabrizio Mossotti

Ottaviano Fabrizio Mossotti (1791-1863)

Nació en Novara (Italia), el 18 de abril de 1791, y cursó los estudios preparatorios en su ciudad natal. Luego se trasladó a Pisa, en cuya Universidad obtuvo en 1811, su diploma en ciencias físico-matemáticas. Continuó los estudios superiores con el maestro Vincenzo Brunacci, quien lo hizo su ayudante.

No tardó en llamar la atención pública, su primer trabajo fue sobre el equilibrio y movimiento de éter en el interior de los cuerpos pesados. Enseguida se destacó nuevamente con un estudios relacionado con el problema fundamental de la teoría del ariete hidráulico, que su maestro no titubeó en incorporarlo al tratado que sobre el tema publicó en 1813. Siguió perfeccionándose, y en 1815, se trasladó a Milán para dedicarse a la física matemática, astronomía y matemática pura bajo la dirección de Oriani, Césaris y Carlini. Trabajó en el Observatorio de Brera. Allí permaneció hasta 1824.

Ideó un método analítico para determinar la órbita descripta por un astro en su movimiento de traslación, aplicándolo al cometa observado en 1759. Realizó la exposición de sus resultados en la memoria titulada: Nuevo análisis del problema de determinar la órbita de los cometas, trabajo que tradujo al alemán.

La determinación del diámetro aparente del Sol, posición de los astros con respecto al Ecuador y a la eclíptica, observaciones de oposiciones de Júpiter, la construcción de un nuevo instrumento para tomar las distancias astrales, son algunos de los trabajos del joven que le dieron mayor notoriedad. No abandonó, sin embargo, sus investigaciones en el dominio de la física, como lo prueba su memoria relativa al movimiento del agua en los canales. Su prestigio le sirvió para que la “Sociedad Italiana de los Cuarenta” lo inscribiese en 1825, en el número de sus miembros.

Atraído por el movimiento político de su patria que se hallaba sometida a la dominación austríaca, se agrupó en 1823, en el círculo de las sociedades secretas de Silvio Pellico, Marroncelli, Hugo Fóscolo y otros liberales que ansiaban la libertad. En ese clima, varias cartas de Mossotti fueron secuestradas al detenerse a uno de los conspiradores. Felizmente, logró escapar, y tomó el destierro por las ciudades de Ginebra y de Rogotero en el cantón de los Grisines, de donde se trasladó a Londres, en 1825. Pronto intimó con el célebre Young, con quien trabajó, incorporándose luego al servicio del almirantazgo británico.

Sus observaciones sobre el cometa Encke, publicadas en francés e inmediatamente traducidas al inglés por Gregory, reafirmaron su prestigio, como lo prueba su incorporación como miembro de la Sociedad Astronómica de Londres. En esa capital lo conoció en 1827, el barón Zach, que lo recomendó al cónsul argentino en Génova. Por esta circunstancia, y tal vez, por la influencia que asimismo ejerció en su espíritu el ingeniero español Francisco Bauzá, autor de una carta geográfica dada a luz en 1810, Mossotti emprendió viaje a la Argentina.

Parece ser que, también vino contratado por el gobierno de Rivadavia como profesor de matemáticas para la Universidad, pero a raíz de la caída de éste, no pudo hacerse efectivo.

Dorrego lo designó ingeniero astrónomo, asesor del Departamento Topográfico, y el 1º de febrero de 1828, le acordó la cátedra de física experimental que acababa de vacar por la renuncia del profesor Carta Molino. Conservó ambos cargos durante su estada de siete años en nuestro país.

Fundó el primer Observatorio astronómico en las celdas altas del Convento de Santo Domingo, desde el cual realizó algunas observaciones que fueron publicadas en revistas europeas. La pobreza del instrumental era suplida por el ingenio de su creador. Comunicó a París y Londres sus investigaciones, y las actas de la Sociedad Astronómica de esta última capital insertaron sus memorias: Eclipse solar del 20 de enero de 1833, observado en Buenos Aires, y Posiciones del cometa Encke, observadas en Buenos Aires, que atrajeron la atención de los estudiosos.

Mossotti no realizó en el campo de la astronomía una tarea de catalogación sistemática del cielo austral como la que se intentaba en esos años en Africa del Sur. Además de la falta de instrumentos y de ayuda técnica, fue absorbido en el Departamento Topográfico cada vez más por los problemas de la agrimensura.

Estableció la equivalencia entre el metro y la vara entonces usada; dirigió la obtención de la primera carta topográfica de la provincia de Buenos Aires; determinó la latitud de distintos lugares, y organizó el archivo del Departamento Topográfico. Entre otras contribuciones, le debemos el haber determinado con bastante exactitud, la posición geográfica de la ciudad, refiriéndola a la pirámide de la Plaza de Mayo, según sus cálculos estaba situada en la latitud 34º 36’ 24” sur. Para ello utilizó un péndulo que había servido a los topógrafos del siglo anterior, con algunos agregados ideados por él y que le permitían trabajar sin ayudantes.

Se ocupó también de la corrección de los cronómetros de los barcos mediante la determinación de la hora meridiana. Fue el primero que con un pluviómetro cuya construcción dirigió, registró desde 1827 hasta su partida, la cantidad de lluvia caída y confeccionó cuadros que los remitió a François Arago, a la sazón, secretario de la Academia de Ciencias de París, que constituyen los primeros datos meteorológicos obtenidos entre nosotros.

En la cátedra organizó el laboratorio de física y redactó en castellano el curso dictado, cuya introducción publicó, por vez primera Juan María Gutiérrez. Sus clases teórico-experimentales no desmerecían frente a los cursos de las mejores universidades europeas. Los apuntes entrados en el Archivo General de la Nación (S. X., 6-2-5) revelan que además de las demostraciones del aula, intentaba plantearse algún tipo de investigación experimental. La física moderna, experimental, cuya enseñanza inauguró Pedro Carta Molina con brillo, halló en Mossotti el continuador que la jerarquizó.

En 1834, regresó a Italia por haber sido nombrado director del Observatorio de Bologna. Austria no pudo ver con buenos ojos la vuelta del patriota, por lo que interpuso su influencia ante el Papa, para que se revocara el nombramiento, indemnizando a Mossotti con 2.500 escudos romanos. Trasladado a Torino, prosiguió sus investigaciones, y publicó en 1836, uno de sus trabajos más difundidos: Sobre las fuerzas que actúan en la constitución interior de los cuerpos, cuya idea fundamental, según propia confesión del autor, surgió durante su estada en Buenos Aires. Su teoría –inexacta, como se demostró posteriormente- fue traducida al inglés y atrajo la atención de los más eminentes sabios de la época, inclusive del gran Michael Faraday.

La Universidad Corfú (Grecia) lo incorporó en 1838 a su cuerpo docente. Prosiguió los estudios sobre física molecular, astronomía y física matemática, hasta que en 1840, el Gran Duque de Toscana lo instó para que aceptara las cátedras de mecánica celeste, física matemática y geodesia de la Universidad de Pisa. De esa época, son sus Lecciones de física matemática (1841), sus trabajos sobre capilaridad, sus investigaciones en óptica relacionadas con la teoría ondulatoria y análisis espectral de la luz aplicando redes de difracción y sus ideas acerca de los dieléctricos (1846). Otras de sus obras fueron las Lecciones de mecánica racional y su Teoría de los instrumentos de óptica, tratados que ratifican ampliamente al investigador y profesor de excepción.

Se casó en Pisa con Anna Sutter, pero tuvo la desgracia de perderla a los tres años de matrimonio. Volvió a sus andanzas políticas, y como era patriota cabal, estuvo siempre en el sitio que reclamaba su ideal. Fue él, quien organizó y condujo al combate al batallón universitario de Pisa, enfrentando en las acciones de Montanara y Curtatone (mayo 29 de 1848) a las fuerzas comandadas por Joseph Radezky, superiores en número y armamento, pero fue derrotado.

Tumba de Ottaviano Fabrizio Mossotti en el cementerio de Pisa, obra del artista Giovanni Duprè (1817-1882)

Dada su cultura amplísima, le interesó la literatura, como lo evidenció con su interpretación astronómica de pasajes de La Divina Comedia, que demuestran el cariño con que había leído y analizado la inmortal obra de Dante Alighieri.

Miembro de numerosas academias y sociedades científicas, senador del reino, querido y respetado por todos, falleció en Pisa, el 20 de marzo de 1863. La noticia que llegó a Buenos Aires a principios de mayo fue comentada con emoción en “La Nación Argentina” del 5 de ese mes. La Universidad de Buenos Aires tributó el homenaje de su reconocimiento al disponer unas exequias solemnes en el templo de San Ignacio, y el rector Juan María Gutiérrez se encargó de realizar la suscripción en Buenos Aires para sufragar los gastos exigidos para la erección del monumento –obra de Giovanni Dupré- que para inmortalizar su nombre se emplazó en el cementerio de Pisa.

Gutiérrez que fue uno de sus alumnos, ha dejado esta semblanza del maestro: “Era de índole mansa; amable, urbano de maneras afables y sencillas; de espíritu fuerte pero tolerante; firme en las determinaciones, benévolo y cordial; amigo sincero; afectuoso para con sus discípulos; olvidadizo de sus propios méritos, entusiasta admirador de los ajenos y apasionadísimo por lo bueno, lo grandioso, lo bello, bajo cualquier forma en que se presentasen estas cualidades….”; y en cuanto a lo físico, “era cuando le conocimos, alto de estatura, de cabello rojo caído sobre la frente, blanco de rostro, sonrosado de cutis y de ojos azules… Su único pasatiempo era el estudio”.

El retrato que obsequió al doctor Vicente López y que por ruego de Juan María Gutiérrez cedió a la Universidad, se exhibe en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires.

Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1975).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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